Amapola Azul no logró conciliar el sueño de la mejor manera posible, habiendo tenido una noche ruidosa. Pero el ruido no era tangible, sino que venía de sus pensamientos, puesto que últimamente, la tuvo inquieta la situación del clan.
Entonces decidió despertarse una hora antes del alba y se puso a pensar en qué podría hacer ella al respecto -que no fuera cazar, porque cacerías ya hubo bastantes y tampoco era la idea ahuyentar a las presas- y llegó a la conclusión de que a lo mejor debería situar su enfoque en la posibilidad de que alguno de los demás clanes se aproveche de su debilidad y ataque. Por lo tanto, todos los guerreros deberían estar bien preparados.
Decidida, se dirigió a la guarida de los guerreros, lo suficientemente sigilosa como para no despertar innecesariamente a nadie. Al menos a nadie más que... Ala de Halcón, su sobrino, el cual es un guerrero muy joven, pero Amapola Azul confía en él. Además, con lo ocupado que está el resto del clan, no es como si hubiera muchas opciones.
Teniendo que agacharse bastante, susurró en su oreja:
—Ala de Halcón. Despierta y sígueme.— Se quedó en su lugar, con las patas tensamente flexionadas. Esperaba que, en cuanto se despertase, accediera y se ahorrara las preguntas para después, así no sorprenderían accidentalmente a nadie.

El guerrero disfrutaba de su descanso en un sueño profundo, una de las pocas noches que no se veían interrumpidas por sus incesantes resfriados que a veces lo obligaban a incluso dormir en otra parte para no molestar a los otros gatos con sus ligeros pero irritantes estornudos. Respiraba tranquilo en su lecho, el aire refrescante de la noche antes del alba acariciaba su corto pelaje, agradecido de esa frescura antes del arduo calor que traía el día pronto su dormitar se vería interrumpido por su tía, Amapola Azul, a quién sintió hablarle en su oreja para despertarlo.
Su sueño ligero no lo apoyaría en esta ocasión, abrió los ojos bruscamente por la inesperada orden de la guerrera, ¿Seguirla? El alba ni siquiera estaba cerca de ser visto en el Manto Plateado, ni en ninguna parte del cielo realmente, ¿Qué tan noche seguía siendo? Con un par de gruñidos de protesta, se levantó de su cómodo musgo, estirando sus patas rápidamente mientras agarraba aire en profundos bostezos que mezclaban pereza y cansancio en sus fauces.
–¿A dónde vamos?.– Cuestionó el joven marrón, mientras la seguía a las afueras de la guarida de los guerreros, el aire frío le pegaba en el pelo y aún más molesto: en sus orejas. Agitó su cabeza para tratar de disipar su incomodidad, no había ningún lecho o tronco o incluso el cuerpo de otro gato para cubrir la brisa que daba en su cara, mirando a su tía esperando por una respuesta a su pregunta, se movía ligeramente atontado, ningún guerrero que él conociera se levantaba tan temprano como Amapola Azul.
–Es demasiado temprano para salir a algún lado...– Se quejó Ala de Halcón entre maullidos somnolientos, aún bajos por su repentino despertar del que todavía se estaba recuperando.

Los bigotes de Amapola Azul se sacudieron levemente con un poco de gracia al ver la reacción de Ala de Halcón. No pudo evitar sentir una leve calidez en su pecho. Usualmente, la guerrera parecería distante y fría para todos los gatos, pero guardaba un punto suave para su sobrino, a quien cuidó e instruyó por varias lunas.
—Vamos a entrenar. Lo haremos ahora para no quitarle lugar ni tiempo a ninguna tarea del día. Tienes que reforzar tus conocimientos y habilidades, con más razón aún no habiendo recibido tu primer aprendiz.— y, conociéndolo, agregó: —No te preocupes por el frío. Con el entrenamiento entrarás en calor.—
Lo guió por el campamento, para a continuación salir de este. Mientras trotaba, observó el Manto Plateado, brillante gracias a las estrellas, y la luna ya se estaba marchando para dar paso al cálido sol de Hoja Verde.
—Respira profundo. El aire en este momento del día es muy limpio y puro.— Le aconsejó a su familiar. Además, el silencio le resultaba muy agradable, hacía falta de vez en cuando. De esa manera, solo podían escuchar sus propios pasos sobre la tierra y de a ratos el viento frío saludaba.
Una vez llegaron a su destino, Amapola Azul se posicionó a unas dos colas de distancia de Ala de Halcón. Flexionó las patas para poder moverse con agilidad, y lo miró fijamente. —Atácame.—

Tomó el consejo de su tía tomando un respiro profundo, el aire fresco cargaba un olor reconfortante en sí, una mezcla de hierba y tierra que le resultaba placentero. Si bien le parecía un poco temprano para pensar en tener un aprendiz nunca hacía daño practicar sus conocimientos y repasar sus habilidades, no pretendía juzgar la sabiduría y experiencia de Amapola Azul, quién anteriormente lo había preparado en el gato que es ahora. Al llegar a la zona de entrenamiento, alzó las orejas en sorpresa ante la petición de la guerrera, no esperaba una órden directa apenas llegando, quizá una explicación le hubiera funcionado mejor pero lo que había era con lo que tenía que conformarse: Amapola Azul era una gata que iría al grano sin tantas vueltas, le ahorraba tiempo aunque resultara un tanto complicada de entender.
–¿Cómo? ¿Así como así?.– Maulló expresando su deseo por un poco más de explicaciones, todavía no sabía exactamente la razón por la que lo había despertado ¡Y ahora quería que la atacara!
–Si tu lo dices, no seré quién para juzgar.– Respondió su duda él mismo con un tono más optimista y motivado.
Ante la órden de una práctica de combate, asumió la posición preparándose para atacar: agazapado con agilidad en el suelo y las orejas gachas pegadas al cráneo, con las patas retraídas. De un momento a otro, saltó con rapidez en dirección a la mayor con sus patas ahora enfrente de él para abatir a su “contrincante” en el suelo, el cansancio que había sentido hace unos pocos momentos atrás se desvaneció ante el movimiento y concentración que tomaban lugar para, en su mente, enorgullecer a su familiar como lo había hecho cuando fue nombrado guerrero hace no muchas lunas atrás.

En cuanto Ala de Halcón entendió y aceptó la orden -lo cual hizo bastante rápido a pesar de dudar-, Amapola Azul asintió como signo de aprobación y se preparó para el ataque. Observó y analizó con cuidado su posición, estaba tomando un buen impulso. Finalmente lo miró fijamente, pues los ojos de un adversario también hablan de sus próximos movimientos, y esperó hasta que finalmente saltó sobre ella.
—Muy bien.— maulló entre respiraciones ligeramente agitadas, y aún así sin desconcentrarse. —Tus patas son fuertes, fue un muy buen salto.— agregó.
Como enseñanza de muchas experiencias en batalla, supo que no podía utilizar sus patas traseras para patear a sus oponentes de la forma que quisiera debido a que son demasiado largas, así que en su lugar utilizó sus zarpas delanteras para agarrar los hombros de su sobrino firmemente y tomar impulso para intentar dar vuelta su posición. Si no lo lograba en el primer intento, podría querer decir que Ala de Halcón mejoró significativamente su fuerza y agarre.

Última edición por Amapola Azul el Dom Jul 21, 2024 4:35 pm, editado 1 vez

El miembro 'Amapola Azul' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Acción' :

Orgulloso ante el halago de su familiar, siguió sosteniendo a Amapola Azul con fuerza cuando la guerrera experimentada intentó zafarse agarrándolo de los hombros con sus zarpas delanteras, el guerrero respondió rápidamente empujandose hacia atrás evitando que las garras de la contraria tuvieran una oportunidad de poner su ventaja de cabeza sin soltarse ni un momento para no ofrecer otra salida.
–Mejoré bastante, ¿No crees?.– Maulló de felicidad, una sonrisa entre sus dientes tan animado como siempre lo estaba.

Cayendo en cuenta que había olvidado lo que era entrenar con su tía así como lo había hecho lunas antes en sus tiempos de aprendiz, pudo notar una mejora en sí, Amapola Azul era una gran mentira y práctica para tomar en cuenta rivales de mayor tamaño, lo que la hacía una gata respetable siendo difícil de combatir. Finalmente la había soltado, regresando a su posición original sin quitarle los ojos de encima, el alba empezaba a notarse en el cielo anunciando su llegada y el aire del territorio seguía soplando fresco, ahora conservando la temperatura corporal del joven guerrero una vez que se ajustó al ritmo del entrenamiento.