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bad influence — Zarpa de bosque & zarpa de limoncilloMar Nov 12, 2024 5:57 pm por Zarpa de Limoncillo
Bienvenido,
Ambientación
Estación de la Hoja Caída ⸺ 19°C a 10°C
Los colores del paisaje comienzan a volverse anaranjados y marrones, y las hojas de los árboles comienzan a desprenderse de las ramas, cayendo sobre los territorios del bosque. Los guerreros se ponen más malhumorados de lo normal cuando sienten las frías brisas recorrer sus espinas, con la premisa de una estación más dura que la anterior. Incluso los Cuatro Árboles, que usualmente imponen respeto, ahora lentamente dejan caer sus hojas ante la mirada del Clan Estelar, quien está seguro que esta estación será dura para sus clanes, pero nada fuera de lo normal.Se abren las inscripciones a los Altos Cargos
El Otoño ha llegado
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Plateado
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Género : Masculino
Rango : Solitario
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Esta es una historia no canónica en la cronología del rol. Es una historia que cuenta lo que sucedió en un bosque distinto, aunque muy similar al que conocemos, donde Plateado el solitario, halló finalmente un hogar y una familia en el clan que tanto había buscado. está abierto a que todo aquel que desee escuchar la historia o unirse de alguna forma responda
El sol brillaba pálido detrás de las grises nubes, que cubrían el cielo mientras una fina nieve caía sobre los campos. Faltaba otra luna para la llegada de la hoja nueva, y hasta entonces los verdes prados y el aroma de las flores serían tan solo un sueño lejano.
Un gato de pelaje gris espeso se estiraba bajo un arbusto deshojado que la nieve había convertido en una pequeña caverna, levemente protegida del frío y cercana a la entrada del campamento. Plateado ya había salido a cazar temprano, a pesar del clima y de tener más lunas que algunos de los otros veteranos. El viejo gato se aferraba con fuerza a su lugar como guerrero, y solo por orden directa del líder había aceptado reducir la frecuencia de sus patrullas durante las nevadas. Las palabras de su líder —"Demasiado gris, demasiado viejo; si te perdieras ahí afuera, no te encontraríamos hasta la hoja nueva" —habían hecho el trabajo para mantener al viejo gato fuera de peligros.
Plateado suspiró mientras se arreglaba el pelaje con cuidado, recordando su juventud, cuando la gran Estrella Quebrada lo recibió al llegar al bosque, con un corte en la oreja. "Claro que en ese tiempo le llamaban Zarpa Quebrada" pensó, con una sonrisa nostálgica al recordar a su vieja amiga del Clan del Trueno.
Pero sus pensamientos se interrumpieron al notar un movimiento inquieto en la maternidad. Levantó una ceja, curioso al ver a una de las reinas acercándose hacia él, seguida de cerca por sus cachorros. La misma que apenas unas estaciones atrás, le había jurado que jamás confiaría en un "mestizo" como él. Pero incluso los gatos más tercos estaban dispuestos a dar una pata a torcer en esa estación sin hojas tan particularmente fría.
La gata no lo miró directamente, pero maulló un saludo seco junto con una pequeña excusa entre dientes: "El viento cambió, la nieve está entrando a la maternidad, y mis hijos necesitan un lecho seco." Plateado asintió, cediéndole su lecho sin emitir queja alguna y se recostó en una esquina más profunda de la guarida, aunque sus huesos resintieran el frío. Sabía cuánto una madre podría hacer para ver a sus pequeños bien, y aunque la gata no fuera de su agrado, sus cachorros no debían sufrir por eso. Por ellos valía la pena respetar el código.
La gata se acomodó en el cálido lecho de musgo y plumas, las favoritas de Plateado; quizás no confiara en el mestizo, pero debía reconocer que el viejo gato era bueno armando lechos cómodos, al menos tenía que concederle esa pequeña victoria. Se acomodó con elegancia mientras envolvía con su cola a sus pequeños tesoros, que no debían superar las tres o cuatro lunas.
Plateado la observó en silencio, tras lo cual su mirada se fijó en los cachorros. Eran tres: dos compartían el color de la madre, pero el tercero tenía un tono mucho más rojizo, le recordaba a otro de los guerreros del clan, aunque el del pequeño era más vibrante de lo usual. Hecho que al parecer, sus hermanos también notaban y, sin darse cuenta, se mantenían un poco más alejados de él. Aquella escena hizo que el viejo gato recordara su propia juventud.
No pasó mucho antes de que la madre se durmiera, pero esas criaturitas, habidas de conocer y obligadas a esperar confinadas en su prisión de nieve, eran otro tema.
Ya se habían librado del agarre de su madre y ahora exploraban el espacio alrededor de los gatos con la curiosidad propia de la juventud.
Plateado se incorporó ligeramente, con una leve sonrisa en la comisura de sus labios, y les susurró una advertencia en tono misterioso: "Yo que ustedes no me acercaría tanto a esa zona. Oculto por ahí, está uno de los túneles más antiguos de los tuneleros."
Los pequeños se giraron a verlo con una mezcla de curiosidad y duda, y, atraídos por sus palabras, comenzaron a acercarse en su dirección.
Plateado miró más allá de la guarida, donde la nieve parecía seguir cayendo. Sería un día largo, y al menos así podría ser de ayuda al clan. Se aclaró la garganta y les hizo una señal con la cola para que se sentaran. Luego, con un tono tranquilo y sereno, habló: "¿Ustedes parecen curiosos? ¿Quieren que les cuente la historia? Acérquense y les contaré sobre el primer túnel y el primer tunelero."
El sol brillaba pálido detrás de las grises nubes, que cubrían el cielo mientras una fina nieve caía sobre los campos. Faltaba otra luna para la llegada de la hoja nueva, y hasta entonces los verdes prados y el aroma de las flores serían tan solo un sueño lejano.
Un gato de pelaje gris espeso se estiraba bajo un arbusto deshojado que la nieve había convertido en una pequeña caverna, levemente protegida del frío y cercana a la entrada del campamento. Plateado ya había salido a cazar temprano, a pesar del clima y de tener más lunas que algunos de los otros veteranos. El viejo gato se aferraba con fuerza a su lugar como guerrero, y solo por orden directa del líder había aceptado reducir la frecuencia de sus patrullas durante las nevadas. Las palabras de su líder —"Demasiado gris, demasiado viejo; si te perdieras ahí afuera, no te encontraríamos hasta la hoja nueva" —habían hecho el trabajo para mantener al viejo gato fuera de peligros.
Plateado suspiró mientras se arreglaba el pelaje con cuidado, recordando su juventud, cuando la gran Estrella Quebrada lo recibió al llegar al bosque, con un corte en la oreja. "Claro que en ese tiempo le llamaban Zarpa Quebrada" pensó, con una sonrisa nostálgica al recordar a su vieja amiga del Clan del Trueno.
Pero sus pensamientos se interrumpieron al notar un movimiento inquieto en la maternidad. Levantó una ceja, curioso al ver a una de las reinas acercándose hacia él, seguida de cerca por sus cachorros. La misma que apenas unas estaciones atrás, le había jurado que jamás confiaría en un "mestizo" como él. Pero incluso los gatos más tercos estaban dispuestos a dar una pata a torcer en esa estación sin hojas tan particularmente fría.
La gata no lo miró directamente, pero maulló un saludo seco junto con una pequeña excusa entre dientes: "El viento cambió, la nieve está entrando a la maternidad, y mis hijos necesitan un lecho seco." Plateado asintió, cediéndole su lecho sin emitir queja alguna y se recostó en una esquina más profunda de la guarida, aunque sus huesos resintieran el frío. Sabía cuánto una madre podría hacer para ver a sus pequeños bien, y aunque la gata no fuera de su agrado, sus cachorros no debían sufrir por eso. Por ellos valía la pena respetar el código.
La gata se acomodó en el cálido lecho de musgo y plumas, las favoritas de Plateado; quizás no confiara en el mestizo, pero debía reconocer que el viejo gato era bueno armando lechos cómodos, al menos tenía que concederle esa pequeña victoria. Se acomodó con elegancia mientras envolvía con su cola a sus pequeños tesoros, que no debían superar las tres o cuatro lunas.
Plateado la observó en silencio, tras lo cual su mirada se fijó en los cachorros. Eran tres: dos compartían el color de la madre, pero el tercero tenía un tono mucho más rojizo, le recordaba a otro de los guerreros del clan, aunque el del pequeño era más vibrante de lo usual. Hecho que al parecer, sus hermanos también notaban y, sin darse cuenta, se mantenían un poco más alejados de él. Aquella escena hizo que el viejo gato recordara su propia juventud.
No pasó mucho antes de que la madre se durmiera, pero esas criaturitas, habidas de conocer y obligadas a esperar confinadas en su prisión de nieve, eran otro tema.
Ya se habían librado del agarre de su madre y ahora exploraban el espacio alrededor de los gatos con la curiosidad propia de la juventud.
Plateado se incorporó ligeramente, con una leve sonrisa en la comisura de sus labios, y les susurró una advertencia en tono misterioso: "Yo que ustedes no me acercaría tanto a esa zona. Oculto por ahí, está uno de los túneles más antiguos de los tuneleros."
Los pequeños se giraron a verlo con una mezcla de curiosidad y duda, y, atraídos por sus palabras, comenzaron a acercarse en su dirección.
Plateado miró más allá de la guarida, donde la nieve parecía seguir cayendo. Sería un día largo, y al menos así podría ser de ayuda al clan. Se aclaró la garganta y les hizo una señal con la cola para que se sentaran. Luego, con un tono tranquilo y sereno, habló: "¿Ustedes parecen curiosos? ¿Quieren que les cuente la historia? Acérquense y les contaré sobre el primer túnel y el primer tunelero."