La brisa fría inquietaba a Pinzón: significaba que pronto sus posibilidades de supervivencia se verían aún más afectadas. El dolor en sus garras se ponía peor con el frío de las estaciones, además, lo que le dificultaba cazar de por sí.. debía adelantarse antes de que fuera demasiado tarde. Se propuso caminar hacia el bosque profundo, área que limitaba con uno de los Clanes, o así proclamaban ellos.

“Están bastante gordos, yo creo que no tendrían mucho derecho a molestarse si tomo algo..las presas son del bosque.” Satisfecho con aquel pensamiento, continuó hasta pasar por el camino de cemento que separaba un Clan de otro, conocía los lugares muy bien ya que después de todo su vejez le otorgaba experiencia. Sus garras sin retraer sentían la tierra del bosque bajo sus patas.

“Éste es el lugar” pensó y olfateó el aire. Cerca se podía detectar un montón de aromas, probablemente pertenecientes al Clan que se encontraba del otro lado del bosque. Caminaba agazapado, su silueta flaca hacía que se ocultara más fácilmente aunque no era su intención consciente.

Ya hacía un tiempo desde que nombraron a Zarpa Quebrada como la aprendiz de Corazón de Arena, y poco a poco la joven gata bicolor se iba abriendo más. Al inicio había silencios incómodos que la guerrera dorada tenía que romper tratando de hacer crecer la confianza dentro de la aprendiz, pues rara vez ese silencio era roto por las preguntas y comentarios curiosos de la misma. Sin embargo, aunque fueran escasas esas ocasiones, a la guerrera le daba orgullo.
Además, para Corazón de Arena, más allá de que le generaba calidez pensar en que una gatita como ella pudiera sentirse en su hogar, ahora en el clan del Trueno, también quería que a base de sentirse segura en su propio territorio pudiese defenderlo como se debe.
Justo ahora, se encontraban ambas recorriendo dicho territorio, de camino a una cacería. Mientras andaban, la guerrera amarilla le explicaba todos los detalles posibles y necesarios que la aprendiz debía tener en cuenta. Inconscientemente, la subestima por haber sido una minina casera, y quizá pecaría de sobreprotegerla. Por supuesto que de forma realista tampoco podía esperar demasiado de momento, pues aunque ya fue hace rato que se convirtió en aprendiz, tampoco se trataba de una media docena de lunas.
De repente, sus maullidos fueron cortados en el aire y frenó bruscamente, echando un poco de tierra y polvo con sus zarpas, girando sus orejas de un lado a otro en alerta. Con una señal de la cola, le ordenó silencio a su aprendiz, tratando de encontrar con el olfato aquello que le resultó tan alarmante y poco familiar. Algo anda mal. pensó para sí misma. No huele como ningún clan...
Sus sentidos se calmaron al menos un poco en cuanto se dio cuenta, a través del aroma, de que era un solo gato. Además, olía un poco a enfermedad y debilidad. ¿Podría tratarse de un veterano?
Con otra señal de la cola, le indicó a Zarpa Quebrada que avanzaran pero con cautela, y que se mantuviera detrás suya. Hoy tocaría aclarar límites.
Finalmente, ambas gatas emergieron de los arbustos, tratando de enfrentarse al desconocido. En un inicio, no tuvieron éxito, pues no fue fácil divisar rápidamente el pelaje gris del gato, fácilmente imperceptible. Aún así, lograron encontrarlo.
Respirando profundamente y aparentando dejar atrás su estado de alarma, Corazón de Arena se paró firmemente delante del contrario. —¿Quién eres? No deberías estar aquí.— Maulló con templanza, incluso siendo capaz de mantener quieta su cola, extremidad de los gatos conocida por ser nerviosa e inquieta.

Zarpa Quebrada seguía a su mentora en una pequeña partida de caza, o más bien entrenamiento. No llevaba demasiado tiempo como aprendiz y aún tenía muchísimo que aprender, más por el hecho de no haber crecido en el clan, el poco tiempo que había vivido como cachorra en él antes que la nombrarán había aprendido mucho sobre el código guerrero y algunas historias de los clanes y el bosque, pero en lo que conllevaba la práctica apenas estaba empezando a agarrarle el truco a las cosas básicas, se sentía sumamente inferior al resto de aprendices y guerreros, era consciente del largo camino que le tocaba recorrer, y el gran esfuerzo y motivación que conllevaba de su parte. Gracias al Clan estelar... O a quien fuera, que su mentora no parecía molestarle sus orígenes.

Corazón de Arena era de lo más agradable y buena con ella, estricta también en ocasiones, pero era una increíble mentora. Estaba agradecida con Estrella Rota por la decisión que tomó, al principio estaba muy recelosa, puesto que la mayoría de guerreros tenían una actitud muy desdeñosa y hasta hostil para con ella, por eso Eclipsa había estado muy retraída y temerosa los primeros dias con su mentora, en algún punto se llegó a sentir cómoda y en más confianza, como ahora, aunque aún así era algo tímida y callada, temía decir alguna tontería o cometer un error y llevarse un buen regaño o peor, decepcionar a su mentora y al Clan. Eclipsa llevaba mucho peso encima, las espectativas de muchísimos gatos, sus miradas vigilando el mínimo movimiento o acción de la joven. Esperaba que poco a poco se fuera calmando ese ambiente y la aceptaran totalmente en el clan, pero para ello debía superarse a sí misma y probarse ante todos, eso es lo que la motivaba a dar lo mejor de sí, para algún día ser una pieza esencial del Clan del Trueno, que se la recordara con admiración por generaciones, quería ser tan asombrosa que nadie fuera capaz de burlarse o señalar sus orígenes nunca más! que fuera como si siempre estuvo en el Clan del trueno, ese era su sueño, su meta.

Tan perdida en sus pensamientos Zarpa Quebrada no se percató inmediatamente del olor ajeno al territorio, pero su mentora sí, y al señalarle con la cola, la Aprendiz comenzó a seguirla con más cautela y eb silencio, asegurándose de no hacer ruido y manteniéndose alerta, el muñón de su cola estaba colgando, moviéndose de lado a lado de vez en cuando, pero no lograba tocar el suelo forestal, a no ser que la pequeña se agazapara para cazar o se recostara.

Ya concentrada en la esencia del gato extraño podía notar que estaba solo, pues era solo un olor el que le llegaba... Y no era agradable, por alguna razón no olía bien, algo rancio incluso, aunque no olía tan mal como aquella vez que contrajo una infección en su cola lunas atrás, eso sí había Sido una pesadilla para su nariz, ya que no podía huir del olor, era parte de ella. Esta vez era diferente, y se preguntaba si sería un gato solitario, o tal vez otro minino casero, sabía que no era de otro clan puesto que ya había estado en las otras fronteras y ninguna de ellas poseía aromas similares, a no ser tal vez el clan del viento, esos no los había olfateado aún. Su corazón latía muy rápido eso sí, una mezcla entre ansiedad y emoción, adrenalina... Quien sabe, pero sabía que algo interesante estaba a punto de pasar. Instantes parecieron largos ratos hasta que llegaron a unos arbustos, detrás de ellos el olor era muy fuerte, su mentora la hizo hacia atrás y, asomando su cabeza a un lado de la retaguardia de la guerrera, Zara quebrada pudo vislumbrar al desconocido. Un delgado gato gris, lleno de cicatrices y desmarañado, se veía hambriento, cansado y parecía un viejo saco de huesos... probablemente se disponía a robar presas del Clan. La joven gata de pelaje único se quedó esperando instrucciones de su mentora, callada, mientras escuchaba la voz de esta hablar con el intruso, casi no se podía quedar quieta, se sentía llena de energía, con sus pupilas dilatadas y el pelo del lomo y corta cola ligeramente erizados, aunque no sentía ganas de pelear con él, al menos aún, ese gato parecía muy necesitado, incluso enfermo, le recordaba a ella misma cuando la encontraron.

El gato gris abrió los ojos muy grandes, reconoció que se encontraba en presencia de gatos de Clan. “Estos malditos..¡Muero de hambre!” Frunció el seño a la par que de su garganta brotaba un gruñido ante el cuestionamiento firme de parte de una gata, presuntamente una “guerrera”, de color arena pálida. Además, a su lado, se hallaba una gata más pequeña, de un pelaje peculiar que Pinzón nunca había visto. Parecía más joven que la anterior, pero en cualquier caso ninguna de las dos tenía derecho de decirle qué hacer. Su cuerpo escuálido adoptó una forma amenazadora, con su cola meneando proclamó

—Los gatos como tú se creen dueños de todo — su voz no escondía ni la más mínima vergüenza, y continuó — ¿Por qué querrías saber quién soy? Para así reportarlo a tu superior, ¿o no? Sé muy bien cómo funciona.— entrecerró los ojos, enfrentándose. Pegó sus orejas al cráneo, y espetó

—¡Las presas son del bosque! ¡Un viejo como yo ya ha vivido lo suficiente como para saberlo! Y no me importa luchar por ello.— advirtió, dejando a la vista sus garras curvas que no era capaz de retraer aunque quisiera, con su pelaje gris erizado cada vez más a cada palabra que gritaba. Para cualquiera ajeno a la situación, aparentaba estar hasta un poco loco, era difícil de saber si se debía a su avanzada edad o a sus convicciones tan fervientes.

En cuanto el gato gris tomó una posición defensiva y a continuación ofendió directamente a los guerreros y a todas las tradiciones de los clanes habitantes del bosque, Corazón de Arena sacudió una oreja y dejó escapar una mueca de molestia. Aún así, elevó la cabeza y parpadeó lenta pero rítmicamente, como gesto de pacifismo. Mantuvo su postura firme e inofensiva.

Ignorando los continuos comentarios agresivos del anciano, volteó para asegurarse de que Zarpa Quebrada estuviera bien detrás suya, y maulló con calma. —¿Estás solo?—. Aunque casi imperceptible, en su mirada brillaba empatía. Como guerrera, debía analizar apropiadamente la situación, pues el bosque no era gobernado por tiranos y no irían por ahí atacando gatos viejos y flacos como este porque sí. Era evidente que él también se encontraba batallando contra la escasez de presas de la Hoja Caída, quien anunciaba la pronta llegada de la cruel e impiedosa Estación sin Hojas. Además, las cicatrices cubriendo varias zonas del cuerpo del veterano tampoco ayudaban contra su compasión.

Sin embargo... rápidamente miró hacia atrás con el rabillo del ojo otra vez, altamente consciente de que detrás suyo se encontraba su aprendiz, joven y aún empezando su verdadera vida, en su clan. Si se veía obligada a pelear para protegerla, lo haría.