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Ambientación

Estación de la Hoja Caída ⸺ 19°C a 10°C

Los colores del paisaje comienzan a volverse anaranjados y marrones, y las hojas de los árboles comienzan a desprenderse de las ramas, cayendo sobre los territorios del bosque. Los guerreros se ponen más malhumorados de lo normal cuando sienten las frías brisas recorrer sus espinas, con la premisa de una estación más dura que la anterior. Incluso los Cuatro Árboles, que usualmente imponen respeto, ahora lentamente dejan caer sus hojas ante la mirada del Clan Estelar, quien está seguro que esta estación será dura para sus clanes, pero nada fuera de lo normal.
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Zarpa de Ortiga
Zarpa de Ortiga
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Género : Femenino
Rango : Aprendiz
Narrador
Zarpa de Ortiga se encontraba caminando cabizbaja por la zona que acostumbraba visitar, las áreas que no limitaban específicamente con ningún Clan resultaban idóneas como lugares de paz y tranquilidad, a pesar de que se suponía que debía estar cuidando su frontera necesitaba lugares donde podía poner en orden sus pensamientos. Algunos días era más difícil hacerlo, y éste era uno de ellos: a pesar del día precioso que hacía fuera con el cielo de un hermoso color, los pájaros cantando no reflejaban para nada el clima dentro de su cabeza.

"Nada pareciera ser suficiente para llegar a donde quiero" pensó, su cola arrastrándose en el suelo. En su mente se repetía el incidente de hace lunas atrás, cuando había cambiado el curso de su aprendizaje y Rabo de Salmón se había convertido en su mentora. No dudaba de que hubo algún motivo por el cual Estrella de Serpiente la había elegido, después de todo era muy experimentada y había sido más amable que la anterior.. pero no estaba segura si era lo que había necesitado en ese momento. Por supuesto, no iba a decírselo - la palabra del líder es ley, y él había sido extremadamente caritativo, pero aún así la joven no podía evitar sentirse herida, se supone que sería una guerrera, la mejor guerrera que el Clan del Río hubiese visto, y saldaría su deuda. Si es que siquiera lograba hacerlo, después de todo aunque hubiera demostrado gran perseverancia al poder dominar el nado desde muy joven, sabía en el fondo de su corazón que siempre sería una Patas Secas. Por eso, se dijo a sí, es que se había atrasado su ceremonia.

Ante aquel pensamiento pudo sentir una tristeza desbordarla, y a la sombra fría de un árbol se echó comenzando a llorar. "Nunca seré una guerrera" se sentenció, lágrimas corriendo por su rostro. Pero entonces, ¿Qué le esperaba? Pensándolo bien..el Clan del Río se había convertido en su hogar durante todas esas lunas, recordó las palabras de Estrella de Serpiente:

"¿Qué se supone que debía hacer, dejarte sola en el bosque?"

La gata negra sabía que eso no era una opción, menos para un líder con sus características. Él había tenido fé en ella desde el día uno, ¿Por qué ella no podía hacer lo mismo? Tal vez porque parte de Zarpa de Ortiga había comenzado a preguntarse sobre su origen más allá de lo que los gatos del Clan del Río sabían, más allá de lo que ella quería saber. En realidad, nunca antes se había preguntado si sus..padres siquiera existían. Claro, recordaba un poco a su madre, y al gato con el que ella siempre discutía, pero no más que eso. Se levantó, resolviendo calmarse mientras volvía a sentir el sol en su pelaje, ahora preguntándose qué partes de ella pertenecían al Clan del Río y cuáles quizá no.

De cualquier forma tenía deberes qué cumplir y evadirlos ciertamente no ayudaría con su crisis identitaria, así que caminó regresando a su Clan, los aromas acuáticos que lo caracterizaban invadiendo su nariz, sumado uno que nunca había detectado antes. Su característica curiosidad (y además, el deber) la impulsaron a seguirlo, caminando lento entre las hojas que crujían bajo sus patas. Conforme se acercaba, supo que se trataba de otro gato - uno que además era bastante peludo y blanquinegro, una vista un tanto familiar, por algún motivo. Parecía tratar de cazar algo.

—¡Oye tú!— exclamó Zarpa de Ortiga, revelándose ante el gato que volteó su cabeza rápidamente. —Estás en el territorio del Clan del Río. — anunció firmemente, mirándolo fijo. Ante este hecho, el gato bicolor simplemente contestó con algo de desinterés, como si ya hubiera vivido esta situación antes.

—¿Eres un gato de Clan, eh? Nunca te había visto .—
—Ese no es el punto — Zarpa de Ortiga entrecerró los ojos con desconfianza —¿Quién eres y qué haces aquí?—

Ante la pregunta el gato de ojos amarillos le devolvió aquella mirada tan fija pero sin cambiar su tono, contestando vagamente —Soy Amarillo, y no supongo ninguna amenaza para tí y tu Clan. Gatos como tú no son exactamente unos santos tampoco, de todos modos. No sé cómo Arrayán pudo..— aquella última parte, si bien fue casi entre dientes, despertó la curiosidad de la aprendiz.

—¿Arrayán?—

Las orejas de Amarillo parecieron erguirse —La conoces?—

—Era mi madre.— contestó la gata negra, con una seguridad que nisiquiera ella sabía que poseía. Ante esto, los ojos del gato bicolor se abrieron con fuerza:

—¿Cómo? ¿Cómo estás tan segura?—

Lo cierto era que no sabía, no sabía porqué estaba tan segura, pero lo estaba. Si ese gato tenía algo que ver con ella, el mundo de Zarpa de Ortiga se expandiría a niveles que no había creído posibles.
—Entonces, ¿Eres Ortiga?— resolvió el macho, aún sorprendido. La pregunta parecía ser fácil de responder, sin embargo ése no era su nombre completo, no desde que era parte del Clan del Río. ¿Técnicamente sería defraudarles si omitía aquello? Sin pensarlo mucho más, musitó —Sí. Soy Ortiga, Zarpa de Ortiga. ¿Por qué?—

—Estuve con tu madre un tiempo. Y luego eh — parecía avergonzado, como si no quisiera admitir que aquella relación había terminado. —¡Pero eso ya no importa! Arrayán te dejó aquí con esos gatos, pero yo puedo rescatarte! Y serás como yo— resolvió Amarillo. Confusa, la aprendiz maulló —...Si tú eras mi padre, ¿Porqué no viniste por mí antes?—

Vergüenza mal escondida invadió el rostro del contrario, y con una media sonrisa nerviosa, trató de responder —No sabía que aún estabas por aquí, cuando Arrayán te eh, dejó, pensé que esos salvajes te..¡Habían comido! Comido, sí.— Ni él parecía creerse esa estúpida mentira, y con rabia, Zarpa de Ortiga sintió como le insultaba la inteligencia. Gruñó

—No te hagas el chistoso.— y entrecerró los ojos —Y mejor, dime que eras demasiado cobarde como para enfrentar el hecho de que tienes una hija. Porque esa es la realidad — se volteó, lágrimas regresando a sus ojos, pero ahora segura de que no tendría lugar en su otra mitad. Pisando fuerte a paso rápido, juró reportar el encuentro a su líder, ahora segura de una sola cosa:

Su verdadero hogar siempre había sido el Clan del Río.


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