El cambio progresivo de una estación a otra tomó por sorpresa a Zarpa de Limoncillo. Jamás había observado los tonos marrones, anaranjados y ocres apoderarse de las hojas de los árboles, debilitándolas hasta que finalmente se desprendían de sus ramas. Con una emoción creciente en el pecho, comprendió que todavía tiene mucho que aprender del mundo que la rodea, tanto como de los próximos desafíos que esta nueva etapa va a traer al clan. Con la ausencia momentánea de un mentor, la aprendiz tiene pocas oportunidades de aventurarse más allá de los límites del campamento, asi que por el tiempo que corre deberá conformarse con percibir el aroma de presas desde la guarida de los aprendices. El sol brillaba alto en el cielo cuando finalmente salió al claro del clan, estirándose perezosamente y bostezando. Vio ir y venir varios guerreros que salían o regresaban de patrullas a lo largo del territorio, unos con presas entre las fauces, otros sin tanta suerte. Después de un par de minutos observando a su alrededor, eventualmente su atención se vio atraída por la pila de carne fresca. Tuvo que tragar saliva para evitar babear ante el atractivo olor, su estómago vacío suplicando por un bocado. Zarpa de Limoncillo se relamió los bigotes mientras sus garras rasguñaban la tierra bajo sus patas en un intento de contener sus impulsos, pero su lado más osado terminó venciendo su sentido común como es usual. Incluso si está rompiendo el código guerrero comiendo antes que los veteranos, reinas y cachorros se dijo a sí misma que el castigo no podía ser tan malo. ¿Qué van a hacer, de todas formas?, ¿expulsarla? Rio entre dientes ante una idea tan ridícula.

Observó a un lado y otro del claro para asegurarse de que nadie la veía antes de acercarse a la pila de presas frescas, avanzando a paso ligero y agazapada. Sus pupilas dilatadas, su cola tensa ante la adrenalina de hacer algo indebido mientras sus dientes se aferraban al cuerpo inerte de un ratón de agua. Pese a sus medidas preventivas y lo que parecía ser un plan perfecto, al dar media vuelta Zarpa de Limoncillo se percató de una guerrera observándola a dos zorros de distancia, su tamaño al igual que la intensidad de su mirada le resultaron intimidantes. El pelaje de su lomo se erizó, sus músculos se tensaron listos para huir pero evitó hacerlo. Intentó pensar en una excusa creíble tras dejar caer al roedor al suelo, pero manteniéndolo entre sus patas.

ᅳ Iba a llevárselo a Corteza de Pino. ᅳ Zarpa de Limoncillo se apresuró a decir, confiando en que su antiguo mentor, ahora convertido en veterano, sería una buena manera de escapar de las sospechas de la guerrera frente a ella.

La guerrera atigrada iba saliendo de la guarida de veteranos, luego de darle una no muy grata visita a su madre, Diente de Tejón. La vieja gata seguía igual que siempre, tan histérica y agresiva que hacía a Lluvia Escarchada cuestionarse por qué no la habían echado ya de la guarida los otros veteranos; aunque era cierto que ya cada vez sentía menos energía provenir de sus arrebatos coléricos, y sus insultos y críticas cada vez se iban apagando más. La guerrera no guardaba deseos de muerte para con ella, pero sabía que no le faltaban demasiadas lunas o estaciones para ello, y sorprendentemente sentía algo de alivio, de seguro su madre sería más feliz al reunirse finalmente con su familia en el Clan estelar... En vez de seguir atada al campamento con ella. Ya ni sabía por qué la visitaba, puesto que a la vieja gata para nada la alegraba eso, y a los veteranos menos, de seguro les era algo incómodo, le daba mucha vergüenza que tuvieran que presenciar el mal comportamiento de la veterana, y sus disputas familiares... Que eran más bien unilaterales por parte de la anciana, Lluvia Escarchada sabía mantener la compostura, y solo se callaba y se iba, antes de acalorar más la situación, ya hacía un par de lunas que era así, no había podido mantener ni una corta conversación con su madre, al menos no una que no incluyera gruñidos y reclamos. Se mantenía informada de la situación de su progenitora por lo que le informaban los otros veteranos en privado, o lo que Melodía de brasas le decía de su salud, que no mejoraba por cierto.
Lluvia Escarchada algo malhumorada y desganada iba cruzando el claro del campamento cuando divisó a Zarpa de Limoncillo, si bien la joven aprendiz no parecía hacer nada malo, de momento, intuía que se traía algo entre patas, así que se acercó sigilosamente a su espalda, cuando la pequeña estaba distraída agarrando un ratón de la pila de presas. Al volverse la aprendiz sintiendo su presencia un poco antes de lo esperado, sin dejarla acercarse tanto como quería, sus miradas se cruzaron, y pudo asegurar su teoría, incluso a esa distancia podía sentir los nervios de la joven, oler su miedo y su culpabilidad se delataba en sus ojos.
Con una mirada gélida, incrédula, que te juzgaba y rebuscaba en lo más profundo de tu ser, Lluvia Escarchada se limitó a escuchar la pobre y apresurada excusa de la joven. (¡Ja! Cree que nací ayer? Es obvio que planeaba comerse ese ratón ella sola.... Aprendices...). Al final decidió seguirle el juego y le dijo:
... Está bien, pero en ese caso llévale algo también a los otros veteranos... Si les llevas una presa más grande no tendrás que dar tantos viajes... Y que sea lo más fresco posible, algo suave facil de roer.... Cuando termines.... Vuelve a buscarme, quería irme a cazar pero no encuentro a mi aprendiz... Si no te molesta me podrías acompañar. Su mirada seguía siendo dura y fría, pero tal vez se vislumbraban ligeramente sus buenas intenciones, después de cazar, la pequeña aprendiz podría saciar su hambre, sin romper el código guerrero. Bien habría podido dejarla comer de inmediato en cuanto alimentara a los demás... Si, era cierto, pero sentía que merecía recibir una lección por su indisciplina, además no es como si estuviera muriendo de hambre, aunque el clan pasaba por momentos un poco difíciles, siempre se daba prioridad a la alimentación de los más jóvenes y los débiles.

Zarpa de Limoncillo no tuvo la seguridad de si Lluvia Escarchada había creído su mentira o no, pero al menos parece estar fuera de problemas por el momento. No pudo evitar encogerse en su lugar un poco ante su mirada, comprendiendo el sutil regaño en su actitud incluso si no se lo está diciendo directamente. Mientras escuchaba el consejo de la guerrera bajó la mirada hacia el ratón de agua: definitivamente no sería suficiente para alimentar a más de un veterano, sobre todo con el apetito voraz que suelen tener. Por ende, lo desplazó hacia un costado de regreso hacia el montón con una de sus zarpas e intentó pensar por una alternativa más rendidora. Estaba considerando aún sus opciones cuando escuchó la oferta (u orden) de la gata de mayor edad, su interés fue captado de manera inmediata y fue evidente por la manera en que movió los bigotes y el tono de su voz.

ᅳ ¿En serio? ᅳ La aprendiza no pudo evitar preguntar, ha pasado un cuarto de luna desde que no ha tenido oportunidad de salir del campamento con una patrulla o simplemente a cazar, no desde que Corteza de Pino se ha convertido en veterano.

Incluso si una parte de ella se siente intimidada por el tamaño y semblante de la guerrera no va a negarse a sí misma una chance para ganar experiencia y estar mas cerca de convertirse en una. Pese a su emoción, tomó una bocanada de aire e intentó mantenerse serena para ser tomada en serio; no desea ser vista como una cachorra inexperta incluso si es mas cercana a ello que a un gato adulto. Se convenció a si misma de que puede esperar un poco mas antes de comer.

ᅳ Me gustaría. Gracias, Lluvia Escarchada. ᅳ Zarpa de Limoncillo tomó del montón de presas frescas un bagre y se dio media vuelta en dirección a la guarida de los veteranos. El pez era tan grande que le era un poco difícil de trasladar, haciendo sus pasos torpes mientras mantenía el mentón elevado en un intento de mantener el alimento limpio pese a que la cola de este estaba arrastrándose un poco sobre el suelo. Quizás llevarlo en sus fauces  sosteniéndolo desde la cabeza no había sido la mejor idea, pero estaba demasiado apresurada para pensar en una manera mas eficiente de trasladarlo. Tras dejarlo en la guarida de los veteranos retornó al claro del campamento.

Instintivamente fue hacia la entrada, mirando a un lado y otro mientras intentaba hallar a la guerrera una vez mas. Comenzó a amasar el suelo debajo de ella sin darse cuenta, un ronroneo creciente en su garganta debido a la expectativa.