Era de esas ocasiones en las que Estrella Helada formaba parte de los grupos de cacería. Ni el primer rayo de sol se había asomado por las montañas cuando ya hacía el recorrido a los terrenos de caza. Su caminar era apurado, siguiendo cualquier aroma que algún roedor o gran conejo pudieran haber dejado; reconoció algunos, pero estos eran viejos. De todas formas los siguió hasta pequeñas madrigueras, donde Estrella Helada se asomó con el hocico y removió toda la tierra posible con las garras, sin éxito en encontrar aromas recientes. Las pequeñas criaturas no debían tardar en salir, sólo debía encontrar sus hogares.

Luego de un tiempo explorando la pradera, el sol ya iluminaba sobre su manto atigrado, era cuestión de horas para que alcanzara su punto más alto y tener a la frustración de compañera no lo haría una cacería más divertida
Su recorrido la llevó a pasear cerca del granero, donde la hierba alta tenía su fin y había un terreno plano. La gata decidió no salir de esa cobertura aún, observando con intriga el cambio en el terreno. Fue ahí cuando lo vió: un conejo buscando comida cerca del granero al igual que ella ¿Acaso sintió amor a primera vista? Algo así pero con el hambre, y pobre de ella si su estómago se emocionaba demasiado, entrar al páramo sin escondite como hierbas o rocas era una tarea difícil, por lo que tuvo que aguantar las ansias de salir disparada y esperar que el conejo tuviera interés por acercarse aunque sea un tantito más.

Y gracias al Clan Estelar que así fue, sin embargo, se sentía en una tortura y bendición a la vez con cada diminuto y casi insignificante pasito que daba su cena hacia ella, como si estuvieran jugando con su paciencia.Ahora que lo veía bien, era un conejo algo pequeño, alimentaría bien a lo mucho a dos guerreros... ¡Dos guerreros! En su situación eran excelentes noticias.

Sus ojos se abrieron cuando tuvo al conejo lo más próximo que él se permitió, pues cuando lo vió quedarse quiero y levantar la orejas supo que empezaba a sospechar... Eso era malo. Las patas de Estrella Helada se tensaron, preparándose para un impulso; esa era su única oportunidad. En el momento que el conejo movió su cabeza hacia otra dirección, Estrella Helada se abalanzó sobre el conejo con una de sus más potentes zancadas en su condición ...

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Sus garras se clavaron por instinto tan solo sentir la piel de conejo debajo de ellas ¡Victoria! Cuando su presa quiso iniciar carrera tropezó por el agarre y los golpes, Estrella Helada no lo iba a dejar ir por nada del mundo y su emoción la hizo utilizar de más la fuerza bruta. El forcejeo duró poco, pues Estrella Helada calló los chillidos de angustia y dolor con una asfixiante mordida en la garganta. Cuando las patadas y retorcijones cesaron la gata lo levantó y comenzó a caminar de vuelta a la hierba alta. Aquél salto seguramente había significado un esfuerzo para su estado actual... Pero había gastado menos energía de la que estaba esperando. Aún así sus patas le dolían por la extensa exploración que tuvo que hacer para encontrar al conejo. Soltó un aire terco por la nariz ¡No estaba tan cansada! Pero sí bastante hambrienta... Trataba de no pensar en el fruto de su cacería mientras se adentraba de nuevo al corazón del territorio, se le hacía agua la boca del saber que estaba tan cerca de saborear un poco la carne... Fue entonces que otro olor invadió su olfato, salvandola de tan intensivos pensamientos.

Estrella Helada detuvo su caminar para voltear a ver detrás. Un par de tórtolas, igualmente cerca del granero. La punta de su cola se movió y la intriga se apoderó de ella. No, no era ambicioso apuntar a algo más, ni siquiera era la mitad del día. Cubrió al conejo en tierra y volvió a la zona de cacería; no era buena atrapando presas en pleno vuelo, pero si corría con la misma suerte de antes, un salto sería suficiente para acabar con una de esas aves. Esta vez, un acercamiento lento y sigiloso debía faltar, por lo que agachada se abrió paso entre las sombras y la mayor cobertura de hierba posible.

«Oh... Puras plumas... Cómo me vendría bien un faisán.»

Entre añorar y desear se encontró a unas colas de distancia del ave, enterrando sus garras en la tierra para un mayor impulso. En esa ocasión, Estrella Helada no pudo ser tan paciente y a la mínima oportunidad pegó una zancada hacia su siguiente objetivo, ansiosa por atrapar algo con las garras ...

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Lo cerca que estuvo de atrapar esa ave le sacó un siseo de frustración; al aterrizar sólo acabó con un par de plumas atoradas entre la garras. Las sacudió para deshacerse de ellas y se sentó mirando como la tórtola volaba a la seguridad del cielo. Hizo una mueca de disgusto y luego se dio la vuelta para volver por dónde venía. Mientras se adentraba de nuevo a la hierba alta pensó en que relativo a anteriores patrullas de caza esta había sido un éxito, y bueno, con el sol aún brillando podía seguir probando suerte. Pasó de largo el escondite de su conejo y se encaminó en su nueva misión de búsqueda.

Exploró durante un par de horas más, pero la mayoría de aves que encontraba volaban antes de poder ejecutar su salto. Si seguía sin suerte también se le agotaría la energía. Alzó el hocico para detectar algún rastro, obteniendo ligeras pistas de dónde se encontraría su nuevo objetivo: un ratón. Se detuvo para tratar de localizar al roedor, lamiéndose los bigotes con antojo. Entonces sacudió las orejas, escuchando movimiento entre ramitas y hierba seca del suelo ¡Ahí está! Estrella Helada se agazapó siguiendo el rastro que sus sentidos mostraban ante ella, muy pronto divisando un bultito gris y regordete.

Sus orejas se hicieron hacia delante y una vez más se preparó para saltar. Entonces sus garras levantaron la tierra al lanzarse sobre el ratón en un primer zarpazo.

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Su zarpa cayó sobre la tierra, pero negándose a dejarlo ir emprendió una carrera detrás del ratoncito. Era demasiada carne en un cuerpecito como para permitirse perderlo. El ratón se movía ágil entre la hierba buscando su hoyito para esconderse con Estrella Helada pisándole sus diminutos talones. Más que una persecución era una prueba para no terminar mareada, no era como una liebre con vueltas a máxima velocidad, el ratón daba vueltas mucho más cerradas que jugaban con enredar sus propias patas. En una época de aprendiz en plena forma era una manera divertida de aprender a atraparlos, ahora el hambre solo la ponía de peor humor tras cada segundo que pasaba.

Cortó el camino del ratón en varias ocasiones con sus zarpas, haciéndolo perderse en su propia carrera. Sus gruñidos no se traducían en diversión.

Cuando vio al ratón una vez más confundido, sacó las garras en un nuevo golpe mortal dirigido a su cabecita.

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¡Victoria! El golpe tuvo la suficiente fuerza para acabar con el ratón; rápidamente se agachó para tomarlo con sus fauces y apretar para asegurarse de su final. Sujetó con triunfo su presa y emprendió el camino de vuelta a su primer botín. Su cola alta y trotar delataron su orgullo. Tras esa cacería exitosa su humor había mejorado considerablemente, sólo esperaba poder compartirlo con el resto del clan...

Se ocultó del sol en la hierba e hizo su camino de vuelta a la granja, donde se encontraba el conejo. A mitad del recorrido, observó un saltamontes tomando el sol sobre una hoja, se detuvo lentamente para observarlo y luego dejó caer el ratoncito para acercarse.

—Eres muy bonito. En otra vida tal vez te hubiera conservado.

Dijo en un suspiro de breve admiración, antes de apresurarse a atraparlo con las zarpas y meterlo a su boca. Con ese snack salvavidas, regresó para tomar el ratón tras haber tragado y retomó su viaje.

Así, Estrella Helada regresó antes de la puesta de sol al campamento. Un conejo y un ratón en una forma decente alimentarían a al menos 5 gatos, así que debían repartirlo con inteligencia. Ella por su parte, estaba exhausta, al final de su salida se percató de las leves heridas causadas por los rasguños del conejo, pero apenas y habían logrado sacarle sangre. De todas maneras, a su pelaje ya le hacía falta un poco de mantenimiento, ¡Había sido una salida exitosa después de todo! Y esperaba que fuera una de muchas.