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Ambientación
Estación de la Hoja Caída ⸺ 19°C a 10°C
Los colores del paisaje comienzan a volverse anaranjados y marrones, y las hojas de los árboles comienzan a desprenderse de las ramas, cayendo sobre los territorios del bosque. Los guerreros se ponen más malhumorados de lo normal cuando sienten las frías brisas recorrer sus espinas, con la premisa de una estación más dura que la anterior. Incluso los Cuatro Árboles, que usualmente imponen respeto, ahora lentamente dejan caer sus hojas ante la mirada del Clan Estelar, quien está seguro que esta estación será dura para sus clanes, pero nada fuera de lo normal.Se abren las inscripciones a los Altos Cargos
El Otoño ha llegado
¡Apertura! Sean bienvenidos
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Enebro
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Enebro se estiró disponiéndose a salir en búsqueda de hierbas. SI bien el Clan Estelar había sido benévolo con su Clan esta estación, reconocía que nunca se podía estar demasiado seguro, epecialmente para abastecerse ante la posible escazes de la estación Sin Hojas. Así, comenzó su recorrido. Inspeccionó entre cada rama de cada árbol a su vez, con la esperanza de encontrar telarañas para cerrar heridas. Sin embargo no tuvo demasiada suerte, se preguntó si las arañas finalmente se habían enterado de quién les robaba. Aquel pensamiento le hizo gracia, y a pesar de su fracaso no planeaba darse por vencido, con lo cual siguió rondando todas las zonas posibles.
Las áreas limítrofes de otros Clanes no debían tomarse con ligereza, y Enebro lo sabía. Recordó la vez que esa gata tan amable del Clan de la Sombra le permitió continuar su búsqueda, en esa extraña era de falta para el Clan del Viento. Claramente nunca entendería el prejuicio hacia ellos, el curandero aspiraba a mantenerse imparcial constantemente ''Así se evitan pleitos innecesarios'' pensó, deseando que la paz en el bosque se mantuviera por muchas lunas más. Con un suspiro, presenció el límite del Clan del Trueno, un poco más allá de los Cuatro Árboles y el gran Árbol de la Lechuza. Procurando respetar, se mantuvo al márgen, continuando su búsqueda de telarañas.
Las áreas limítrofes de otros Clanes no debían tomarse con ligereza, y Enebro lo sabía. Recordó la vez que esa gata tan amable del Clan de la Sombra le permitió continuar su búsqueda, en esa extraña era de falta para el Clan del Viento. Claramente nunca entendería el prejuicio hacia ellos, el curandero aspiraba a mantenerse imparcial constantemente ''Así se evitan pleitos innecesarios'' pensó, deseando que la paz en el bosque se mantuviera por muchas lunas más. Con un suspiro, presenció el límite del Clan del Trueno, un poco más allá de los Cuatro Árboles y el gran Árbol de la Lechuza. Procurando respetar, se mantuvo al márgen, continuando su búsqueda de telarañas.
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Plateado
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Plateado caminaba con movimientos lentos y algo torpes. El corte en su oreja aún le escocía y su cuerpo estaba cansado hasta los huesos; aquella confrontación con los gatos del Clan del Trueno le había dejado más magullado de lo que quería admitir. Al menos el sangrado se había detenido, pero el dolor aun le escocia, y no podía evitar sentir una pizca de vergüenza al recordar cómo había tenido que huir. Se encontraba oculto entre las raíces un gran roble, donde se había refugiado la noche anterior, mirando a su alrededor con la constante inquietud de no saber cuándo volvería a enfrentar otra amenaza.
Se preguntaba si acaso aquel lugar, con esos cuatro robles, era el que su familia le había hablado en sus historias. Si ese era el caso, quedarse mucho tiempo podría ser un error. Pronto tendría que vérselas con muchos otros gatos, y no quería quedar atrapado en más peleas sin estar preparado.
Había pasado parte de la mañana rastreando comida sin suerte, notando cómo su hambre crecía. Con las fuerzas que le quedaban, trató de recordar lo poco que su madre le había enseñado sobre hierbas, pero distinguir algo útil entre las hojas caídas le resultaba un reto cada vez mayor. Sus ojos rastreaban el suelo y sus pasos se arrastraban sobre las ramas secas, cada movimiento le recordaba su cansancio.
Entonces, un leve crujido lo alertó. Allí, cerca del límite de su vista, un gato de pelaje rojizo que se fundía con los tonos del bosque escarbaba entre las hojas caídas. Instintivamente, Plateado erizó el pelaje y contuvo el aliento, preparado para lo peor. Aún no lo había visto, "cagarrutas!" pensó, estaba demasiado cerca como para escapar sin que lo notara. Con una mezcla de inquietud y resolución, Plateado se levantó y se lanzó hacia él, intentando ocultar el agotamiento que arrastraba. Dio un salto y, con un maullido ronco que resonó entre los árboles, se dirigió al desconocido manteniendo un par de colas de distancia.
—¡Espera! —dijo, con voz firme aunque algo áspera—. —Yo... no busco problemas.
Se preguntaba si acaso aquel lugar, con esos cuatro robles, era el que su familia le había hablado en sus historias. Si ese era el caso, quedarse mucho tiempo podría ser un error. Pronto tendría que vérselas con muchos otros gatos, y no quería quedar atrapado en más peleas sin estar preparado.
Había pasado parte de la mañana rastreando comida sin suerte, notando cómo su hambre crecía. Con las fuerzas que le quedaban, trató de recordar lo poco que su madre le había enseñado sobre hierbas, pero distinguir algo útil entre las hojas caídas le resultaba un reto cada vez mayor. Sus ojos rastreaban el suelo y sus pasos se arrastraban sobre las ramas secas, cada movimiento le recordaba su cansancio.
Entonces, un leve crujido lo alertó. Allí, cerca del límite de su vista, un gato de pelaje rojizo que se fundía con los tonos del bosque escarbaba entre las hojas caídas. Instintivamente, Plateado erizó el pelaje y contuvo el aliento, preparado para lo peor. Aún no lo había visto, "cagarrutas!" pensó, estaba demasiado cerca como para escapar sin que lo notara. Con una mezcla de inquietud y resolución, Plateado se levantó y se lanzó hacia él, intentando ocultar el agotamiento que arrastraba. Dio un salto y, con un maullido ronco que resonó entre los árboles, se dirigió al desconocido manteniendo un par de colas de distancia.
—¡Espera! —dijo, con voz firme aunque algo áspera—. —Yo... no busco problemas.
Enebro
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El gato se encontraba aún distraído por todo lo que le quedaba considerar antes de regresar.. ''Hojas de margarita, tomillo..'' De repente, el viento frío de la Hoja Caída le trajo aromas que no eran sólamente las de alguna posible hierba, aunque su nariz no podía distinguirlo en su totalidad. Se preguntó quién podría ser, ahora un tanto extrañado, no olía a alguien del Clan del Trueno, de eso estaba seguro.
Sin poder anticipar lo que pasaría después, Enebro erizó el pelaje del susto cuando vió que algo grisáceo brillante parecía querer tirársele encima. Sus ojos azules se abrieron de par en par, confuso por las palabras del contrario, mientras trataba de recuperar la calma tras la interrupción ---¡Yo tampoco!--- se apuró a responder, tomándose un momento rápido para observarlo de patas a cabeza. ---¿Quién eres tú?--- interrogó Enebro. El gato parecía mucho más joven que él, y también mucho más asustado, sin mencionar el tono de temor y derrota con el que anunció su presencia.
Sin poder anticipar lo que pasaría después, Enebro erizó el pelaje del susto cuando vió que algo grisáceo brillante parecía querer tirársele encima. Sus ojos azules se abrieron de par en par, confuso por las palabras del contrario, mientras trataba de recuperar la calma tras la interrupción ---¡Yo tampoco!--- se apuró a responder, tomándose un momento rápido para observarlo de patas a cabeza. ---¿Quién eres tú?--- interrogó Enebro. El gato parecía mucho más joven que él, y también mucho más asustado, sin mencionar el tono de temor y derrota con el que anunció su presencia.
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Plateado
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El gato gris respiró hondo, tratando de calmar su mente. Aunque no bajó la guardia del todo, sus músculos se relajaron ligeramente al escuchar las palabras del otro gato. El rápido movimiento había hecho que volviera sentir el escozor en la oreja, pero se esforzó por mostrarse firme, no quería parecer tan vulnerable como realmente se sentía. Aun así, cuando volvió a hablar, su voz salió fue más suave, casi conciliadora.
—No quiero atacarte ni nada... solo necesito ayuda —admitió, vacilante. —Sé que los clanes usan hierbas para curar sus heridas, pero con tantas hojas aquí... me es imposible distinguir algo útil.
Se detuvo, mirando al gato con cautela. Sabía que no debía confiar tan rápido, pero algo en su mirada le brindaba una extraña calma, un atisbo de familiaridad. Sus ojos... le recordaban algo que no lograba identificar del todo, una chispa de algo conocido que no lograba precisar, pero que hizo que por un instante su preocupación menguara.
—Me llamo Plateado —añadió finalmente, con algo de indecisión, sin saber aún qué actitud tomar frente al desconocido.
—No quiero atacarte ni nada... solo necesito ayuda —admitió, vacilante. —Sé que los clanes usan hierbas para curar sus heridas, pero con tantas hojas aquí... me es imposible distinguir algo útil.
Se detuvo, mirando al gato con cautela. Sabía que no debía confiar tan rápido, pero algo en su mirada le brindaba una extraña calma, un atisbo de familiaridad. Sus ojos... le recordaban algo que no lograba identificar del todo, una chispa de algo conocido que no lograba precisar, pero que hizo que por un instante su preocupación menguara.
—Me llamo Plateado —añadió finalmente, con algo de indecisión, sin saber aún qué actitud tomar frente al desconocido.
Enebro
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Enebro se sorprendió de la petición del contrario: parecía ser honesto con sus intenciones pero aún así tenía muchas preguntas respecto a lo que decía. Pudo confirmar, acercándose un poco más con un tanto de cautela, las heridas del contrario. “No está mintiendo” observó como primer criterio, también extrañado ¿Cómo sabía alguien tan joven y aparentemente solitario sobre los Clanes y sus costumbres? Usualmente aquellos desvinculados no tenían interés, o parecían incluso un tanto agresivos, pero él en cambio pedía ayuda..
Con su moral un tanto dividida, el curandero maulló —Es cierto. Los Clanes utilizan hierbas para curar a los heridos, y puedo ver que tu oreja no se encuentra bien, Plateado.—
Procuró no revelar demasiada información, pero su espíritu de curandero no podía evitar conmoverse por aquel extraño. Su rostro reflejaba conflictos internos, si Plateado resultaba ser alguien maligno entonces arriesgaba la integridad de sus compañeros de Clan ayudándolo, además de utilizar sus invaluables recursos. Enebro, por más bueno que fuera, tampoco era tonto y se preguntó por un momento qué debía hacer entonces.
—Mi nombre es Enebro.— lo miró, sus ojos azul oscuro reflejando seriedad y a la vez cierta plegaria —¿Cómo sabes esas cosas tan específicas de los Clanes? No te he visto por aquí antes. Los gatos como tú normalmente se mantienen lejos o tienen cierto desinterés, pero si no vienes a atacarme…—
Debía llegar al fondo de ésto.
Con su moral un tanto dividida, el curandero maulló —Es cierto. Los Clanes utilizan hierbas para curar a los heridos, y puedo ver que tu oreja no se encuentra bien, Plateado.—
Procuró no revelar demasiada información, pero su espíritu de curandero no podía evitar conmoverse por aquel extraño. Su rostro reflejaba conflictos internos, si Plateado resultaba ser alguien maligno entonces arriesgaba la integridad de sus compañeros de Clan ayudándolo, además de utilizar sus invaluables recursos. Enebro, por más bueno que fuera, tampoco era tonto y se preguntó por un momento qué debía hacer entonces.
—Mi nombre es Enebro.— lo miró, sus ojos azul oscuro reflejando seriedad y a la vez cierta plegaria —¿Cómo sabes esas cosas tan específicas de los Clanes? No te he visto por aquí antes. Los gatos como tú normalmente se mantienen lejos o tienen cierto desinterés, pero si no vienes a atacarme…—
Debía llegar al fondo de ésto.
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Plateado
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"Enebro…" El nombre resonó en su mente mientras intentaba no olvidarlo; había aprendido que, a veces, hasta los detalles más pequeños podían marcar la diferencia. Tomó aire, haciendo un esfuerzo por calmarse, sabiendo que, para recibir alguna ayuda, tendría que dar algo a cambio. Después de todo, no podía permitirse otra pelea ni cargar con más desconfianza sobre sus hombros.
—Antes… conocí a alguien que perteneció a un Clan —comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras mientras mantenía la mirada baja. —Me enseñó sobre la vida en los clanes… sobre cuidar de otros. Y yo… —tragó, tratando de no revelar demasiado, pero sintiendo que tenía que ser sincero hasta cierto punto— tenía que saber si era cierto. Es lo único que me queda de ellos... Realmente, no tengo otro lugar al que ir.
La última frase salió en un tono apenas audible, cargado de una tristeza que apenas podía disimular. No quería compartir toda la verdad, sobre su historia familiar, con aquel gato. Sin embargo, el hambre y la derrota reciente no solo lo habían debilitado físicamente, sino que también comenzaban a desgastar su capacidad para ocultar lo que sentía.
—Antes… conocí a alguien que perteneció a un Clan —comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras mientras mantenía la mirada baja. —Me enseñó sobre la vida en los clanes… sobre cuidar de otros. Y yo… —tragó, tratando de no revelar demasiado, pero sintiendo que tenía que ser sincero hasta cierto punto— tenía que saber si era cierto. Es lo único que me queda de ellos... Realmente, no tengo otro lugar al que ir.
La última frase salió en un tono apenas audible, cargado de una tristeza que apenas podía disimular. No quería compartir toda la verdad, sobre su historia familiar, con aquel gato. Sin embargo, el hambre y la derrota reciente no solo lo habían debilitado físicamente, sino que también comenzaban a desgastar su capacidad para ocultar lo que sentía.
Ronroneo Raudo
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Enebro
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Sus ojos se mueven ávidos, evaluando el espacio que la rodea. Las hojas caen de las copas de los árboles y estos se tiñen de un color más rojizo y oscuro. Poco se aprecia ya de la abundancia de la estación de la Hoja Nueva o de la Hoja Verde. Pronto deberán hacer más patrullas para conseguir la comida suficiente como para pasar la estación Sin Hojas. Reza en silencio al Clan Estelar porque no reclamen la presencia de ninguno de sus compañeros. Sobretodo de su tocayo: Castaño Aullador.
—Malditos sean esos aprendices. Otra vez han vuelto a ponerme el lecho mojado —había especulado esta mañana el anciano felino, estirándose al lado de la gata. —Ahora siento mis huesos engarrotados.
—Lo que necesitas es una buena dosis de descanso en un lecho nuevo. Y sé dónde conseguir el mejor musgo para hacerte un buen lecho —había respondido ella con sus bigotes moviéndose de arriba abajo. Ver a su tocayo siempre conseguía sacarle una gran sonrisa.
—Déjate de tonterías y empieza a ejercer como lugarteniente. Deja que este anciano gato descanse en paz hasta el día en que lo reclame el Clan Estelar —su protesta se la lleva la gélida brisa pues la gata ya había desaparecido por el túnel de espinos. —Esa jovencita debería pensar en sí misma y no tanto en los demás —el anciano gato se sienta en la tierra del campamento, suaves lametones empieza a darse en el pecho.
Ronroneo Raudo esboza una gran sonrisa ante semejantes recuerdos. Sí, es la lugarteniente del Clan del Trueno. Pero sus obligaciones no se interpondrán en su afán por ayudar al gato que considera familia. No por nada Castaño Aullador había sido la pareja de su mentora, Flor Delicado, sino también uno de sus más grandes amigos y en el que se apoyaba cuando necesitaba una zarpa amiga, además de sus hermanos. Le debía mucho a ese gato que nunca, junto a Flor Delicada, dejó de creer en ella.
—Debo poner todo mi esfuerzo en hacerle el mejor lecho que ha visto en toda su vida —echa a correr hacia el Árbol de la Lechuza, donde la maleza es más suave y el musgo se encuentra en abundancia gracias a las altas raíces del gran árbol.
Se acerca con animosidad, encontrándose con lo que ha venido a buscar casi en el acto. Pero el olor de unos desconocidos hace que sus orejas se alcen al aire. Olisquea suavemente el aire. Inmediatamente le llega el característico olor de los conejos y el álamo. Clan del Viento. El otro es un poco menos sutil. No logra identificar al portador de dicho olor, así que determina que debe de tratarse de un solitario o proscrito. ¡Gatos sin clan tan cerca del territorio del Clan del Trueno! Eso no lo puede permitir de ninguna manera.
Sigilosa y veloz, Ronroneo Raudo empieza a reptar por entre la maleza mientras acecha a los desconocidos. Avanza sin descanso e intentando hacer el menor ruido posible. Cuando llega a la hondonada de los Cuatro Árboles echa una ojeada a través de un denso pero seco seto de acebo. Logra localizar con éxito a Enebro, el curandero del Clan del Viento. ¿Estaría recolectando provisiones? ¿Qué más podría estar haciendo un curandero tan lejos de su campamento? ¿Y solo? Sí, debía de estar recolectando provisiones.
El otro gato le resulta desconocido. Lo evalúa con la mirada. Pelaje plateado atigrado, más pequeño que Enebro y...
—¡Por el gran Clan Estelar! —No evita soltar un pequeño grito de nervio a aire. Sale rápidamente de su escondite y se dirige hacia el par de gatos de la hondonada. —¡Pequeño! ¡¿Qué es lo que te ha pasado?! ¡Parece como si te hubieras peleado con un tejón hambriento! —Siente su corazón derretirse por el desconocido. —Te ves tan herido y asustado... pobre criaturita. ¿Por qué no le echas una zarpa, Enebro? ¿Acaso no te da pena ver a este gatito sufrir así? ¡Apenas es un aprendiz recién nombrado guerrero! ¡Por favor! ¡Tienes que curar al pequeño! —Suplica la lugarteniente al curandero, incapaz de dejar desamparado al plateado.
Inspecciona al solitario con atención, olisqueando al mismo para graberse su olor en la mente. Por si la próxima vez se lo encuentra merodeando por el territorio. Quién sabe si pueda tratarse de una amenaza... o de un posible aliado. Sea como fuere, la preocupación por su estado de salud la ha dejado muy preocupada.
—Lamento la efusividad, pequeño. Pero me preocupa tu estado de salud. Un gatito como tú no debería tener esa clase de heridas —se explica, sentándose sobre sus cuartos traseros e hinchando el pecho. —Me llamo Ronroneo Raudo. ¿Cómo es tu nombre, criaturita? —Le pregunta, esbozando una cálida sonrisa y dejando espacio al gato para que no se sienta demasiado agobiado.
emme—Malditos sean esos aprendices. Otra vez han vuelto a ponerme el lecho mojado —había especulado esta mañana el anciano felino, estirándose al lado de la gata. —Ahora siento mis huesos engarrotados.
—Lo que necesitas es una buena dosis de descanso en un lecho nuevo. Y sé dónde conseguir el mejor musgo para hacerte un buen lecho —había respondido ella con sus bigotes moviéndose de arriba abajo. Ver a su tocayo siempre conseguía sacarle una gran sonrisa.
—Déjate de tonterías y empieza a ejercer como lugarteniente. Deja que este anciano gato descanse en paz hasta el día en que lo reclame el Clan Estelar —su protesta se la lleva la gélida brisa pues la gata ya había desaparecido por el túnel de espinos. —Esa jovencita debería pensar en sí misma y no tanto en los demás —el anciano gato se sienta en la tierra del campamento, suaves lametones empieza a darse en el pecho.
Ronroneo Raudo esboza una gran sonrisa ante semejantes recuerdos. Sí, es la lugarteniente del Clan del Trueno. Pero sus obligaciones no se interpondrán en su afán por ayudar al gato que considera familia. No por nada Castaño Aullador había sido la pareja de su mentora, Flor Delicado, sino también uno de sus más grandes amigos y en el que se apoyaba cuando necesitaba una zarpa amiga, además de sus hermanos. Le debía mucho a ese gato que nunca, junto a Flor Delicada, dejó de creer en ella.
—Debo poner todo mi esfuerzo en hacerle el mejor lecho que ha visto en toda su vida —echa a correr hacia el Árbol de la Lechuza, donde la maleza es más suave y el musgo se encuentra en abundancia gracias a las altas raíces del gran árbol.
Se acerca con animosidad, encontrándose con lo que ha venido a buscar casi en el acto. Pero el olor de unos desconocidos hace que sus orejas se alcen al aire. Olisquea suavemente el aire. Inmediatamente le llega el característico olor de los conejos y el álamo. Clan del Viento. El otro es un poco menos sutil. No logra identificar al portador de dicho olor, así que determina que debe de tratarse de un solitario o proscrito. ¡Gatos sin clan tan cerca del territorio del Clan del Trueno! Eso no lo puede permitir de ninguna manera.
Sigilosa y veloz, Ronroneo Raudo empieza a reptar por entre la maleza mientras acecha a los desconocidos. Avanza sin descanso e intentando hacer el menor ruido posible. Cuando llega a la hondonada de los Cuatro Árboles echa una ojeada a través de un denso pero seco seto de acebo. Logra localizar con éxito a Enebro, el curandero del Clan del Viento. ¿Estaría recolectando provisiones? ¿Qué más podría estar haciendo un curandero tan lejos de su campamento? ¿Y solo? Sí, debía de estar recolectando provisiones.
El otro gato le resulta desconocido. Lo evalúa con la mirada. Pelaje plateado atigrado, más pequeño que Enebro y...
—¡Por el gran Clan Estelar! —No evita soltar un pequeño grito de nervio a aire. Sale rápidamente de su escondite y se dirige hacia el par de gatos de la hondonada. —¡Pequeño! ¡¿Qué es lo que te ha pasado?! ¡Parece como si te hubieras peleado con un tejón hambriento! —Siente su corazón derretirse por el desconocido. —Te ves tan herido y asustado... pobre criaturita. ¿Por qué no le echas una zarpa, Enebro? ¿Acaso no te da pena ver a este gatito sufrir así? ¡Apenas es un aprendiz recién nombrado guerrero! ¡Por favor! ¡Tienes que curar al pequeño! —Suplica la lugarteniente al curandero, incapaz de dejar desamparado al plateado.
Inspecciona al solitario con atención, olisqueando al mismo para graberse su olor en la mente. Por si la próxima vez se lo encuentra merodeando por el territorio. Quién sabe si pueda tratarse de una amenaza... o de un posible aliado. Sea como fuere, la preocupación por su estado de salud la ha dejado muy preocupada.
—Lamento la efusividad, pequeño. Pero me preocupa tu estado de salud. Un gatito como tú no debería tener esa clase de heridas —se explica, sentándose sobre sus cuartos traseros e hinchando el pecho. —Me llamo Ronroneo Raudo. ¿Cómo es tu nombre, criaturita? —Le pregunta, esbozando una cálida sonrisa y dejando espacio al gato para que no se sienta demasiado agobiado.
Plateado
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Plateado apenas y pudo reaccionar cuando la figura de aquella gata, desconocida pero impresionante, emergió de entre la maleza con una energía avasalladora. Sus palabras lo tomaron completamente por sorpresa, y sintió un leve calor subiéndole hasta las orejas cuando ella lo llamó “criaturita”. Había visto rostros de preocupación en pocos gatos desde que dejo el granero y, de menos aún, había sentido un tono de genuino preocupación. Respiró hondo y trató de disimular el dolor que su oreja volvió a recordarle.
—Ronroneo Raudo... —musitó, le sorprendió lo difícil que le resultaba encontrar las palabras adecuadas frente a tal muestra de compasión “quizá… las historias de guerreros así, no fueran un mito después de todo” se permitió pensar. Hizo un esfuerzo por mantenerse firme. Su instinto, tras lo vivido las últimas lunas le pedía alejarse de aquel lugar, pero sus patas apenas le respondían, y sabía que una oportunidad como aquella no se presentaría todos los días—. Yo… me llamo Plateado.
Tres presentarse hizo una pausa, sin saber exactamente cómo explicar lo que lo había llevado a aquella situación sin parecer un gatito perdido. El hambre, el dolor, y la distancia recorrida lo hacían desear poder aceptar sin más la ayuda de estos gatos. Pero, temía exponerse demasiado a esos extraños.
—El clan estelar no me lo ha puesto fácil estos últimos días —susurró con la mirada fija en sus patas —Me topé con dos gatos en el bosque, mientras intentaba conseguir algo de comida por los pinos cerca del rio. No era mi intención robar las presas a ningún clan, Lo prometo —dijo pegando las orejas al la cabeza, aun intentando mantener un tono relajado, pero las palabras que le había dicho aquel gato el día anterior le escocían tanto o mas como sus heridas, había sido criado aprendiendo sobre los clanes y lo último que deseaba su corazón, era que aquellos gatos le vieran como un ladrón.
Volteó brevemente hacia Enebro, y le hablo esperando que sus palabras no le hubieran cerrado la puerta a la ayuda que, ahora, deseaba obtener más que nunca. —sí… si puedes ayudarme… lo agradecería mucho.
Finalmente, hizo otra pausa y ladeó la cabeza hacia Ronroneo Raudo, cautivado por la calidez que irradiaba aquella gata. Dudó un momento, pero al final dejó salir un susurró. —Gracias… por preocuparte.
—Ronroneo Raudo... —musitó, le sorprendió lo difícil que le resultaba encontrar las palabras adecuadas frente a tal muestra de compasión “quizá… las historias de guerreros así, no fueran un mito después de todo” se permitió pensar. Hizo un esfuerzo por mantenerse firme. Su instinto, tras lo vivido las últimas lunas le pedía alejarse de aquel lugar, pero sus patas apenas le respondían, y sabía que una oportunidad como aquella no se presentaría todos los días—. Yo… me llamo Plateado.
Tres presentarse hizo una pausa, sin saber exactamente cómo explicar lo que lo había llevado a aquella situación sin parecer un gatito perdido. El hambre, el dolor, y la distancia recorrida lo hacían desear poder aceptar sin más la ayuda de estos gatos. Pero, temía exponerse demasiado a esos extraños.
—El clan estelar no me lo ha puesto fácil estos últimos días —susurró con la mirada fija en sus patas —Me topé con dos gatos en el bosque, mientras intentaba conseguir algo de comida por los pinos cerca del rio. No era mi intención robar las presas a ningún clan, Lo prometo —dijo pegando las orejas al la cabeza, aun intentando mantener un tono relajado, pero las palabras que le había dicho aquel gato el día anterior le escocían tanto o mas como sus heridas, había sido criado aprendiendo sobre los clanes y lo último que deseaba su corazón, era que aquellos gatos le vieran como un ladrón.
Volteó brevemente hacia Enebro, y le hablo esperando que sus palabras no le hubieran cerrado la puerta a la ayuda que, ahora, deseaba obtener más que nunca. —sí… si puedes ayudarme… lo agradecería mucho.
Finalmente, hizo otra pausa y ladeó la cabeza hacia Ronroneo Raudo, cautivado por la calidez que irradiaba aquella gata. Dudó un momento, pero al final dejó salir un susurró. —Gracias… por preocuparte.
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Enebro parecía tratar de decidir respecto a la situación aún, cuando su nariz detectó otro aroma: se trataba de Ronroneo Raudo, la lugarteniente del Clan del Trueno, quien siempre parecía tener energía de sobra. La extroversión de la gata era evidente, pues ella conversaba con el joven como si lo conociera de toda la vida. Algo contagiado por su dispocisión, saludó amablemente
---Buenos días, Ronroneo Raudo. Estaba discutiendo la posibilidad de ayuda con Plateado, no te preocupes.--- sonrió.
Notó que el joven Plateado se volteaba hacia él, entonces, y maullaba unas tristes palabras: El Clan Estelar no me lo ha puesto fácil...''El Clan Estelar...'' Una brisa fría pero leve parecía envolverlo y llenó su cabeza de rápidas imágenes. Imágenes que no eran suyas, ni de su vida, pero reconocía. ''Corazón de Halcón'' sintió la mar de pensamientos detenerse ante ese nombre, como una conclusión, y supo lo que tenía que hacer. Saludó a la gata blanca al borde de la frontera, indicando que debía regresar
---Plateado, tú y yo tenemos más en común de lo que piensas, y quisiera hablarlo contigo--- maulló en tono confidencial, comenzando a caminar.
---Buenos días, Ronroneo Raudo. Estaba discutiendo la posibilidad de ayuda con Plateado, no te preocupes.--- sonrió.
Notó que el joven Plateado se volteaba hacia él, entonces, y maullaba unas tristes palabras: El Clan Estelar no me lo ha puesto fácil...''El Clan Estelar...'' Una brisa fría pero leve parecía envolverlo y llenó su cabeza de rápidas imágenes. Imágenes que no eran suyas, ni de su vida, pero reconocía. ''Corazón de Halcón'' sintió la mar de pensamientos detenerse ante ese nombre, como una conclusión, y supo lo que tenía que hacer. Saludó a la gata blanca al borde de la frontera, indicando que debía regresar
---Plateado, tú y yo tenemos más en común de lo que piensas, y quisiera hablarlo contigo--- maulló en tono confidencial, comenzando a caminar.
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Enebro
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Plateado
Una cálida sonrisa se dibuja en su cara. Su corazón se enternece y estremece a partes iguales. La imagen de ese pequeño le hace sentir mucho pensar. ¿Qué clase de calamidades ha debido de pasar para acabar en semejante estado? La congoja la sumerge en un estado de preocupación del que se deshace con un rápido lamentón en el pecho. No debe de preocuparse por gatos que no pertenezcan al Clan del Trueno. Pero ¿cómo iba alguien a no preocuparse por una criaturita como ese gatito desamparado? A veces es muy difícil pertenecer a un clan de gatos y ser la lugarteniente. Tu posición hace que no puedas ayudar a quien necesita de una zarpa amiga.
—Es un hermoso nombre. Mucho gusto en conocerte, Plateado —responde con calidez, recordando a fuego el nombre del atigrado por si alguna vez se lo vuelve a cruzar.
Su mirada se entrecierra durante un milisegundo, aunque la sonrisa nunca desaparece de su hocico. No le ha pasado desapercibido un detalle muy importante en lo que ha dicho el solitario. ¿El Clan Estelar? ¿Cómo es que un gato solitario podía conocer a los antepasados de los clanes? Miles de preguntas pasan por su mente. ¿Acaso Plateado sería un miembro de un clan? ¿Se habría desvinculado de este? Y si ese es el motivo, ¿qué es lo que pudo haber pasado para que así tomase esa decisión? Si es que tomó la decisión por voluntad propia. Tal vez cometiese un acto terrible que culminó en su expulsión. Si es así, debía de estar atenta a todo lo que hiciese. Las expresiones corporales son una parte de nosotros con la que podemos saber la verdadera naturaleza de alguien.
Enroscó la cola alrededor de sus patas delanteras. Quiere ser imparcial en cuanto a las acciones del plateado. Ha estado cazando en su territorio. Empieza a sacar conclusiones al respecto. Plateada está herido y hambriento. Ha dicho que ha estado cazando en el pinar cerca de la frontera con el Clan del Río. Entonces esas heridas han sido provocadas por alguno de sus compañeros. Por una parte, se siente orgullosa porque sus compañeros se ciñan al Código Guerrero. Pero por otra parte no se siente del todo bien al saber que expulsaron a un gatito tan pequeño sin brindarle el beneficio de la duda.
Su corazón volvió a derretirse cuando el gato se dirigió ha Enebro. Se recriminó a sí misma, pues se había olvidado de la presencia del curandero en toda la conversación. Sacudió las orejas a modo de saludo hacia el felino en cuestión.
—Criaturita, no tienes por qué agradecer nada. Cuando un gato es lo suficientemente adulto es su deber proteger a un gatito como tú —responde con amabilidad, enviando una mirada llena de ternura y cariño al plateado. Su mirada se endurece repentinamente y su sonrisa de borra. —Pero debes saber que es muy peligroso cazar en un territorio que no es tuyo. Esos gatos podrían haberte matado con tal de expulsarte de sus dominios —lo reprende con dureza, pero manteniendo un tono maternal que solo una madre sabría hacer.
Su ojos del color del sol se dirigen con avidez hacia el curandero. Esta vez no trata de ocultar cómo entrecierra sus ojos. La sonrisa cálida que la había acompañado hasta ahora había desaparecido debido a las palabras del gato. ¿Acaso estaba insuniando que es una molestia?
—Disculpa, Enebro. ¿Acaso represento una molestia para ti que tengas que hablar en privado con Plateado? —Pregunta al curandero, sin un ápice de vergüenza en la voz. ¿Quién se cree que es ese curandero para insuniar que es una molestia? —En lo que a mí respecta, Plateado ha estado cazando en un territorio que me pertenece. Además de que nos encontramos muy cerca de mi propio territorio. ¿Acaso estás insinuando que debería largarme por donde he venido para que puedas hacer tu trabajo tranquilo? ¿Me estás diciendo que no soy bienvenida? Puede que seas curandero, pero yo soy la lugarteniente del Clan del Trueno y es mi responsabilidad mantener todo bajo control en mi propio clan. ¿Acaso te crees con el derecho de llevártelo a dónde te plazca solo por ser curandero del Clan del Viento? —Mantiene un semblante tranquilo. Sabe que no debe levantar la zarpa a un curandero. No ha hecho nada malo. Salvo, quizás, herir su orgullo. —En lo que a mí respecta, Plateado debería venirse al Clan del Trueno. Debería responder a sus crímines por robar presas y Pluma de Miel puede encargarse de sus heridas —responde con reproche.
En menos de cinco pasos, se acerca hasta donde está el curandero y se sienta agresivamente a su lado. Enrosca la cola alrededor del gato y lo mira detenidamente a los ojos.
—No me pienso ir a ninguna parte y, te guste o no, tendrás que decirle lo debas a Plateado ante mi presencia. A no ser que sigas insinuando que soy una molestia para ti... ¿verdad? —Responde tajante, pegando su hocico al de Enebro.
Su amenazador semblante se quiebra y vuelve a adquirir uno más pensativo. Dirige la mirada hacia Plateado.
—Disculpa la pregunta, Plateado. Pero ¿cómo es que conoces la existencia del Clan Estelar? —Pregunta sin tapujos, poniendo voz a los pensamientos previos a la osadía del rojizo macho. —Me resulta un poco extraño que un solitario conozca a nuestros antepasados. A no ser que no seas un solitario y pertenezcas a un clan, en cuyo caso empiezo a tener serias dudas del por qué no te encuentras en tu propio territorio... o de si has sido expulsado de él —mira con ojos entrecerrados al pequeño cachorro.
Prefiere que le respondan con sinceridad antes de provocar alguna catástrofe. ¿Qué pasa si Plateado es, por ejemplo, un miembro expulsado de un clan? ¿Cuáles son los crímines que ha podido hacer como para que lo expulsen? Manteniendo la cola de Enebro entrelazada junto a la suya, observa con atención al atigrado.
emme—Es un hermoso nombre. Mucho gusto en conocerte, Plateado —responde con calidez, recordando a fuego el nombre del atigrado por si alguna vez se lo vuelve a cruzar.
Su mirada se entrecierra durante un milisegundo, aunque la sonrisa nunca desaparece de su hocico. No le ha pasado desapercibido un detalle muy importante en lo que ha dicho el solitario. ¿El Clan Estelar? ¿Cómo es que un gato solitario podía conocer a los antepasados de los clanes? Miles de preguntas pasan por su mente. ¿Acaso Plateado sería un miembro de un clan? ¿Se habría desvinculado de este? Y si ese es el motivo, ¿qué es lo que pudo haber pasado para que así tomase esa decisión? Si es que tomó la decisión por voluntad propia. Tal vez cometiese un acto terrible que culminó en su expulsión. Si es así, debía de estar atenta a todo lo que hiciese. Las expresiones corporales son una parte de nosotros con la que podemos saber la verdadera naturaleza de alguien.
Enroscó la cola alrededor de sus patas delanteras. Quiere ser imparcial en cuanto a las acciones del plateado. Ha estado cazando en su territorio. Empieza a sacar conclusiones al respecto. Plateada está herido y hambriento. Ha dicho que ha estado cazando en el pinar cerca de la frontera con el Clan del Río. Entonces esas heridas han sido provocadas por alguno de sus compañeros. Por una parte, se siente orgullosa porque sus compañeros se ciñan al Código Guerrero. Pero por otra parte no se siente del todo bien al saber que expulsaron a un gatito tan pequeño sin brindarle el beneficio de la duda.
Su corazón volvió a derretirse cuando el gato se dirigió ha Enebro. Se recriminó a sí misma, pues se había olvidado de la presencia del curandero en toda la conversación. Sacudió las orejas a modo de saludo hacia el felino en cuestión.
—Criaturita, no tienes por qué agradecer nada. Cuando un gato es lo suficientemente adulto es su deber proteger a un gatito como tú —responde con amabilidad, enviando una mirada llena de ternura y cariño al plateado. Su mirada se endurece repentinamente y su sonrisa de borra. —Pero debes saber que es muy peligroso cazar en un territorio que no es tuyo. Esos gatos podrían haberte matado con tal de expulsarte de sus dominios —lo reprende con dureza, pero manteniendo un tono maternal que solo una madre sabría hacer.
Su ojos del color del sol se dirigen con avidez hacia el curandero. Esta vez no trata de ocultar cómo entrecierra sus ojos. La sonrisa cálida que la había acompañado hasta ahora había desaparecido debido a las palabras del gato. ¿Acaso estaba insuniando que es una molestia?
—Disculpa, Enebro. ¿Acaso represento una molestia para ti que tengas que hablar en privado con Plateado? —Pregunta al curandero, sin un ápice de vergüenza en la voz. ¿Quién se cree que es ese curandero para insuniar que es una molestia? —En lo que a mí respecta, Plateado ha estado cazando en un territorio que me pertenece. Además de que nos encontramos muy cerca de mi propio territorio. ¿Acaso estás insinuando que debería largarme por donde he venido para que puedas hacer tu trabajo tranquilo? ¿Me estás diciendo que no soy bienvenida? Puede que seas curandero, pero yo soy la lugarteniente del Clan del Trueno y es mi responsabilidad mantener todo bajo control en mi propio clan. ¿Acaso te crees con el derecho de llevártelo a dónde te plazca solo por ser curandero del Clan del Viento? —Mantiene un semblante tranquilo. Sabe que no debe levantar la zarpa a un curandero. No ha hecho nada malo. Salvo, quizás, herir su orgullo. —En lo que a mí respecta, Plateado debería venirse al Clan del Trueno. Debería responder a sus crímines por robar presas y Pluma de Miel puede encargarse de sus heridas —responde con reproche.
En menos de cinco pasos, se acerca hasta donde está el curandero y se sienta agresivamente a su lado. Enrosca la cola alrededor del gato y lo mira detenidamente a los ojos.
—No me pienso ir a ninguna parte y, te guste o no, tendrás que decirle lo debas a Plateado ante mi presencia. A no ser que sigas insinuando que soy una molestia para ti... ¿verdad? —Responde tajante, pegando su hocico al de Enebro.
Su amenazador semblante se quiebra y vuelve a adquirir uno más pensativo. Dirige la mirada hacia Plateado.
—Disculpa la pregunta, Plateado. Pero ¿cómo es que conoces la existencia del Clan Estelar? —Pregunta sin tapujos, poniendo voz a los pensamientos previos a la osadía del rojizo macho. —Me resulta un poco extraño que un solitario conozca a nuestros antepasados. A no ser que no seas un solitario y pertenezcas a un clan, en cuyo caso empiezo a tener serias dudas del por qué no te encuentras en tu propio territorio... o de si has sido expulsado de él —mira con ojos entrecerrados al pequeño cachorro.
Prefiere que le respondan con sinceridad antes de provocar alguna catástrofe. ¿Qué pasa si Plateado es, por ejemplo, un miembro expulsado de un clan? ¿Cuáles son los crímines que ha podido hacer como para que lo expulsen? Manteniendo la cola de Enebro entrelazada junto a la suya, observa con atención al atigrado.
Plateado
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Plateado inspiró hondo, sintiendo que cada palabra pesaba más de lo que esperaba. Enfrentarse a la intensidad de Ronroneo Raudo, que parecía tan protectora y llena de calidez, hacía que se sintiera que podría contarle todo. Pero su sutil y rápido movimiento para retener al curandero, le indico a su instinto que sin duda era alguien que sabía jugar sus cartas. Y luego estaba Enebro, que de alguna forma le inspiraba una curiosa mezcla de respeto y conexión que no lograba entender del todo.
A este punto había llegado a la conclusión de que la única forma de evitar un problema sería contar su verdad, quizá eso fuera suficiente.
—No quería causar problemas —empezó, sus palabras saliendo en un tono suave y medido. —Crecí oyendo historias sobre los Clanes, del Clan Estelar… y el Código Guerrero. Mi madre me enseñó lo que sabía, y como seguirlo. —Hizo una pausa, recordando su mirada. —Ella era hija de dos guerreros, que… bueno, murieron antes de que yo naciera. Nunca conocí a mis abuelos, pero crecí con sus historias. Me enseñaron a respetar el Código, y a los Clanes. Jamás habría cruzado estas tierras… no con malas intenciones.
Por un momento, desvió la vista hacia Enebro, recordando lo que él había dicho sobre hablar en privado. La propuesta lo desconcertaba, pero a la vez despertaba una extraña curiosidad en él. ¿Por qué un curandero podría interesarse en él? Sentía una conexión inexplicable con el gato del Clan del Viento, algo que iba más allá de la situación inmediata. ¿acaso el tambien sentia lo mismo? Tal vez eran las historias que su madre le contaba sobre los curanderos. Quería escucharlo, aunque no supiera todavía que era.
Volvió la vista hacia Ronroneo Raudo, cuya presencia le reconfortaba. La mirada de la gata parecía comunicar tanto fuerza como comprensión, algo que él había sentido muy poco las ultimas lunas. Fue difícil, pero se obligó a continuar, intentando que ambos comprendieran la situación en la que se encontraba:
—Hace poco… perdí todo lo que tenía. Mi hogar ya no existe y todo lo que conocía se quedó atrás. Han sido lunas largas desde entonces, sé que pude haber cometido errores. Pero no tenía intención de quebrantar el respeto hacia sus tierras. Solo buscaba alimento, nada más. —Hizo un esfuerzo por mantener la voz firme, aunque los recuerdos de su hogar le hacían escocer la nariz.
Miró de nuevo a Enebro, aún intrigado por su invitación. Las palabras de Ronroneo Raudo resonaban en él con una sensación de deber, y, al mismo tiempo, algo en la actitud de Enebro lo llamaba de una forma distinta, como si fuera importante que él entendiera algo más.
—Si debo responder por haber cazado en su territorio, lo haré. No busco excusas, y estoy dispuesto a respetar sus normas. —Hizo una pequeña pausa, su mirada alternando entre ambos gatos. —Pero... —volvió a dirigirse a Enebro, —si hay algo que debo saber o que tú quisieras decirme, me gustaría escucharlo. —Tomó aire y volvió su mirada hacia la gata blanca. —Si… Enebro tiene algo que decir, por favor, déjame oírlo. Sé que no estoy en posición de pedir nada… pero a cambio de ese favor, prometo, por el manto plateado, que antes de que el sol se ponga mañana habré ido directo a tus territorios para responder por mis faltas.
Finalmente, bajó la mirada, aceptando el incierto destino que le esperaba, pero sin abandonar por completo su esperanza de encontrar un lugar al que pudiera llamar hogar. Tras lo cual inclinó respetuosamente su cabeza hacia Ronroneo Raudo, en espera de la reacción de ambos.
A este punto había llegado a la conclusión de que la única forma de evitar un problema sería contar su verdad, quizá eso fuera suficiente.
—No quería causar problemas —empezó, sus palabras saliendo en un tono suave y medido. —Crecí oyendo historias sobre los Clanes, del Clan Estelar… y el Código Guerrero. Mi madre me enseñó lo que sabía, y como seguirlo. —Hizo una pausa, recordando su mirada. —Ella era hija de dos guerreros, que… bueno, murieron antes de que yo naciera. Nunca conocí a mis abuelos, pero crecí con sus historias. Me enseñaron a respetar el Código, y a los Clanes. Jamás habría cruzado estas tierras… no con malas intenciones.
Por un momento, desvió la vista hacia Enebro, recordando lo que él había dicho sobre hablar en privado. La propuesta lo desconcertaba, pero a la vez despertaba una extraña curiosidad en él. ¿Por qué un curandero podría interesarse en él? Sentía una conexión inexplicable con el gato del Clan del Viento, algo que iba más allá de la situación inmediata. ¿acaso el tambien sentia lo mismo? Tal vez eran las historias que su madre le contaba sobre los curanderos. Quería escucharlo, aunque no supiera todavía que era.
Volvió la vista hacia Ronroneo Raudo, cuya presencia le reconfortaba. La mirada de la gata parecía comunicar tanto fuerza como comprensión, algo que él había sentido muy poco las ultimas lunas. Fue difícil, pero se obligó a continuar, intentando que ambos comprendieran la situación en la que se encontraba:
—Hace poco… perdí todo lo que tenía. Mi hogar ya no existe y todo lo que conocía se quedó atrás. Han sido lunas largas desde entonces, sé que pude haber cometido errores. Pero no tenía intención de quebrantar el respeto hacia sus tierras. Solo buscaba alimento, nada más. —Hizo un esfuerzo por mantener la voz firme, aunque los recuerdos de su hogar le hacían escocer la nariz.
Miró de nuevo a Enebro, aún intrigado por su invitación. Las palabras de Ronroneo Raudo resonaban en él con una sensación de deber, y, al mismo tiempo, algo en la actitud de Enebro lo llamaba de una forma distinta, como si fuera importante que él entendiera algo más.
—Si debo responder por haber cazado en su territorio, lo haré. No busco excusas, y estoy dispuesto a respetar sus normas. —Hizo una pequeña pausa, su mirada alternando entre ambos gatos. —Pero... —volvió a dirigirse a Enebro, —si hay algo que debo saber o que tú quisieras decirme, me gustaría escucharlo. —Tomó aire y volvió su mirada hacia la gata blanca. —Si… Enebro tiene algo que decir, por favor, déjame oírlo. Sé que no estoy en posición de pedir nada… pero a cambio de ese favor, prometo, por el manto plateado, que antes de que el sol se ponga mañana habré ido directo a tus territorios para responder por mis faltas.
Finalmente, bajó la mirada, aceptando el incierto destino que le esperaba, pero sin abandonar por completo su esperanza de encontrar un lugar al que pudiera llamar hogar. Tras lo cual inclinó respetuosamente su cabeza hacia Ronroneo Raudo, en espera de la reacción de ambos.