Arrendajo Sereno asomó la cabeza por la entrada de la guarida al escuchar el llamado de Estrella de Sauce. La sorpresa se reflejó brevemente en sus ojos, poco acostumbrado a reuniones convocadas a esas horas. Aun así, dejó atrás los montones de musgo que estaba despedazando y se deslizó entre sus compañeros, sacudiendo los restos de musgo que se adherían a sus patas. Tomó asiento en la primera fila, inclinando la cabeza en un saludo cortés a los guerreros cercanos, mientras las voces y murmullos se apagaban.

Cuando Estrella de Sauce comenzó a hablar y mencionó el inusual aroma en el campamento, Arrendajo Sereno tensó las orejas. Él también había notado aquel perfume ajeno, pero no le había dado demasiada importancia, asumiendo que se trataba de patrullas que merodeaban cerca de los territorios de los Dos Patas o el Vertedero. Después de todo, los gatos del Clan de la Sombra eran conocidos por su astucia y necesidad de recurrir a fuentes de alimento un tanto inusuales. Sin embargo, al observar la expresión serena, pero decidida de su líder, un atisbo de inquietud se enredó en su pecho.

La reciente apertura de Estrella de Sauce hacia gatos de fuera del clan lo había mantenido en un estado de alerta constante. La llegada de nuevos guerreros era una bendición en tiempos de necesidad, pero ¿a qué precio? Las preguntas se agolpaban en su mente, cada una más insistente que la anterior. ¿Podía un gato ajeno entender y compartir realmente lo que significaba ser del Clan de la Sombra? ¿La sangre foránea podía sostener los mismos lazos que los nacidos en la espesura?

Arrendajo Sereno levantó la mirada y cruzó los ojos con Estrella de Sauce, transmitiendo un mensaje mudo: "Hablaremos después". Aquella comunicación silenciosa entre líder y curandero había sido perfeccionada con el tiempo y en momentos como ese resultaba crucial. Aunque las dudas continuaban royéndole el alma, volvió su atención al recién llegado, saludándolo con un leve asentimiento. Su respeto era genuino, pero su mirada conservaba una chispa de cautela, como si aún evaluara si aquel nuevo aprendiz sería capaz de ganarse su lugar entre los suyos.