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Ambientación

Estación de la Hoja Caída ⸺ 19°C a 10°C

Los colores del paisaje comienzan a volverse anaranjados y marrones, y las hojas de los árboles comienzan a desprenderse de las ramas, cayendo sobre los territorios del bosque. Los guerreros se ponen más malhumorados de lo normal cuando sienten las frías brisas recorrer sus espinas, con la premisa de una estación más dura que la anterior. Incluso los Cuatro Árboles, que usualmente imponen respeto, ahora lentamente dejan caer sus hojas ante la mirada del Clan Estelar, quien está seguro que esta estación será dura para sus clanes, pero nada fuera de lo normal.
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Ala de Halcón
Ala de Halcón
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El guerrero marrón había pasado gran parte del alba intentando atrapar una presa bajo las corrientes frías de aire que se extendían por el páramo del territorio, podía sentir sus pulmones llenarse de la brisa matutina característica de la Estación, había estado corriendo una o dos veces interrumpido por un repentino cansancio que lo obligaba a frenar su paso, cambiando su estrategia de caza por una más sutil y tardía, gracias a eso pasó una gran parte de la patrulla tratando de encontrar alguna presa y de ahí ser capaz de acercarse sin mucho qué esconderse y peor aún si llegaba lo suficientemente cerca se veía frustrado un sinfín de veces por sus estornudos que terminaban por ahuyentar cualquier comida potencial. Era algo común captar un resfriado para el macho pero con la Estación de la Hoja Caída esa recurrencia se volvía una rutina que lo irritaba en más de una ocasión, si bien esta vez era diferente, pues notaba que su “pequeña” enfermedad lo estaba afectando más de lo normal: los estornudos se volvían más violentos, espantando no sólo a presas cercanas pero también a algunas que normalmente podía evitar que fueran alertadas, podía sentir la fuerza escaparse de entre sus zarpas cuando hacía un intento por saltar hacia algún conejo que todavía tenía oportunidad de atrapar si es que no estaba inexplicablemente cansado de los trotes que le resultaban tan cotidianos, sus orejas le ardían de la frustración y a la vez le resultaba complicado oír las instrucciones de la patrulla de caza de aquella mañana, las voces se volvían huecas y su cabeza daba vueltas en una extraña combinación de ligereza y pesadez como la corriente del aire que se pegaba en su pelaje.
Regresó al campamento a paso lento, tambaleándose de una forma casi imperceptible, sus patas no tenían la suficiente fuerza para regresar de la misma forma que había corrido dispuesto a servir a su Clan tan sólo unos momentos antes. Dirigiéndose a la guarida del curandero con la cabeza gacha, se sentó en la entrada para llamar al dulce gato que seguramente podría tratar su problema, Enebro ya había checado más de una vez sus resfriados y cada una de esas visitas resultaban un alivio casi inmediato para Ala de Halcón, admiraba cómo aquel gato rojizo siempre estaba dispuesto a hacer su labor por más rutinario que fuese encontrarse una y otra vez con el mismo gato, el curandero tenía una paciencia y carisma que el guerrero encontraba placentera, ciertamente combinaba con el buen humor que él mismo usualmente cargaba.

–Enebro.– Llamó, rápidamente notando lo raspo y frágil de su voz, supuso que el tono ni siquiera era lo suficientemente fuerte para que el curandero pudiera escucharlo, aún si la garganta del guerrero no se sentía débil en particular era extraño que le costara hablar.
–Ene- ¡Achu!.– Intentó llamar nuevamente, un estornudo logró interrumpir esa vez de forma hostil. Sacudiendo su cola, frunció su nariz para tomar más aire, recobrando fuerzas.
–¡Enebro! .– Pudo llamar, finalmente lo suficientemente fuerte como lo haría cualquier otro día, extrañado del esfuerzo extra que le estaba costando.
–!Ah! Perdón, no fue mi intención gritar.– Se disculpó casi de inmediato, aún incierto de si tenía la atención del contrario. –Sólo vengo por un chequeo, ¡ya sabes cómo es!.– Bromeó aún esperando a que el rojizo le diera permiso de entrar.


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Enebro
Enebro
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Enebro se encontraba no muy lejos de la entrada inspeccionando los suministros, cabizabajo y con la mente tan enfocada en su labor que no notó la voz ahogada del contrario llamando su nombre, al menos no hasta que Ala de Halcón alzó la voz. Entonces, alarmado, dirigió la vista a la entrada mientras trotaba hacia allí. ---¡Ala de Halcón!--- exclamó algo preocupado por la aparente urgencia del asunto. ---¿Cúanto llevas ahí parado?--- rápidamente le permitió el paso a la curandería, disculpándose reiteradamente. Sabía que era tiempo de su chequeo usual, estar en compañía de un guerrero como él constantemente le sacaba varias sonrisas aunque los motivos no eran demasiado positivos.

Igualmente, el gato rojizo comenzó su labor, tanteando el pecho del contrario a la par que escuchaba su respiración atentamente, con la oreja cercana. ---Cómo te has estado sintiendo? ¿Algo inusual, físicamente además de los estornudos?--- lo observó con preocupación, aguardando una respuesta. Pensaba cómo ayudar con esos constantes resfríos, ¿un unguento de flox y perejil, quizás? o, atanasia, si le dolía la garganta de toser..


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